Al contrataque
El país de los tesoreros locos
No crean ustedes que la justicia ya ha ganado el juicio del Palau: puede haber también remontada
Antonio Franco
Periodista
ANTONIO FRANCO
La nueva rueda de molino que nos quieren hacer tragar es que vivimos en el país de los tesoreros locos. Que en los partidos políticos la gente es más o menos seria pero los tesoreros han perdido la cabeza. Y que, encima, ellos son los grandes protagonistas ocultos de todas las cosas.
Abran bien la boca y demás orificios porque la rueda es ancha. La tesis es que aunque los tesoreros locos no se presenten a las elecciones son los que realmente deciden y mandan. Que en un mundo de vírgenes María, castos José, honrados trabajadores, empresarios abrazados a la cultura del esfuerzo, banqueros desinteresados, periodistas con principios y políticos abnegados, ellos concentran la maldad absoluta. Son los que engañan, roban, defraudan, y los que deciden libremente a quiénes se adjudican los concursos de trabajos públicos que pagamos entre todos.
Los líderes que dan la cara por ellos así como los presidentes y secretarios generales de los partidos, los ministros y consejeros, no pueden hacer nada frente a los tesoreros codiciosos. Son también, al parecer, víctimas de sus desmanes y los de la secta de los tesoreros se enriquecen mientras los demás empobrecen. Extorsionan, acumulan, transfieren, evaden y favorecen que sus cómplices celebren las bodas de sus hijas en el Palau de la Música repartiendo la factura entre los suegros y gente entre la que hay muchos que no pueden invitar a nadie cuando se casan las suyas, y encima ganen dinero con el convite.
¿Lo tragamos? Mariano Rajoy y Artur Mas confían en que sí. La extraña pareja debe considerar que este país además de ser el de los tesoreros locos es el de los ciudadanos imbéciles. El primero ha llegado a lo más alto -quienes le queman incienso predican que es el líder de la UE con más recorrido- parapetado tras una trabajada imagen de tontito, soso y sin ambiciones. El segundo, algo así como el octavo hijo y sobre todo heredero de Jordi Pujol, menos cauto, en alguna ocasión en vez de decir que tal o cual cosa no se ha hecho ha tenido el cuidado de afirmar que eso no se podrá demostrar.
Saber, todos lo sabemos. Demostrarse, en eso estamos. No crean ustedes que la justicia ya ha ganado el juicio del Palau: puede haber también remontada.
LA GRAN PARADOJA
En los casos de corrupción los grandes delincuentes suelen dejar pocas pruebas materiales. Los recibos son de donaciones y no de sobornos, por ejemplo. Hay una gran paradoja: el Estado de derecho y la presunción de inocencia juegan a favor de los faroleros del póquer, y quienes luchan de verdad contra los corruptos suelen ser -ellos sí- defensores de corazón del Estado de derecho y la presunción de inocencia.
En esas estamos en el juicio del Palau.
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