Dos miradas

Un país desnudo

EMMA RIVEROLAemma Riverola

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Hace poco más de un mes que Jordi Pujol, acuciado por las informaciones en la prensa, reconoció que los paraísos fiscales formaban parte de su escenario familiar. Durante el mes de agosto las noticias suelen adormilarse, pero la declaración de quien quiso ser referente y espejo moral de Catalunya fue de tal calibre que el verano apenas ha conseguido mermar su colosal impacto, quizá por la sospecha de que este otoño veremos bastante más podredumbre que la de las hojas caídas. Superados los primeros instantes de estupefacción, algunas voces se apresuraron a elaborar justificaciones a la medida del delito, arrodillando la razón ante los sentimientos. Pero las emociones caminan solas.

Del mismo modo que el proceso independentista ha despertado la ilusión de muchos, el desengaño sufrido por la confesión de Pujol también se ha extendido en el ánimo de tantos que siempre creyeron la propaganda política y mediática que ensalzaba la imagen impoluta de un hombre entregado a Catalunya. Ante la decepción, igual que ante la ilusión, los argumentos resbalan sobre el papel que los sostiene. Si este otoño desnuda más vergüenzas del clan Pujol Ferrusola, de su partido y también del entramado empresarial cómplice, el desencanto será superlativo. Mejor ahorrarse lecturas simplistas, la sensación de engaño y de hartazgo puede ser tan profunda que se antoja muy difícil calcular sus consecuencias.