Dos miradas

Un país

Por obra y milagro de la independencia se hará todo lo que hasta ahora no ha habido voluntad política de hacer

EMMA RIVEROLA

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Ara és l'hora. Un rosario de carteles amarillos ha invadido las calles con ruegos a la Virgen de la Independencia. «Un país con una ley electoral con listas abiertas». Buena idea, aunque esto es competencia exclusiva de la Generalitat desde los años 80 y los partidos catalanes han sido incapaces de ponerse a la obra durante más de tres décadas. «Un país donde mi hijo encuentre trabajo». Prioritario, por eso la oposición -la de verdad- lleva años tratando de convencer, sin resultado, al Gobierno catalán para desarrollar un plan de ocupación para jóvenes. «Un país donde mi abuela llegue a final de mes». ¡Vaya! ¿Pues no acaba de recortar la Generalitat las ayudas para el ingreso de ancianos dependientes en residencias? «Un país que defienda sus ríos». ¿Les suena Iberpotash? Avalada por el Gobierno catalán, esta multinacional israelí emponzoña ríos y tierra con su enorme montaña de sal en Sallent. «Un país sin corrupción ni recortes». En fin, sin palabras…

Como si la emoción identitaria o las razones económicas no fueran bastante nobles para anhelar la independencia, se recurre a vestir el santo con los más variopintos deseos, cuando no utopías. Así, por obra y milagro de la independencia se hará todo lo que hasta ahora no ha habido voluntad política de hacer. Demasiados actos de fe para convocar a la razón. Si no fuera por la política obtusa, partidista e irresponsable de Rajoy, que los carga de razones.