PEQUEÑO OBSERVATORIO

La pacífica guerra del ajedrez

Cuántos misterios encierra este juego en el que un simple peón puede decidir la muerte del rey

Partida de ajedrez en Barcelona

Partida de ajedrez en Barcelona / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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He recibido un libro francamente lujoso y he pensado que puede intrigar por su título: 'Fin de partida'. El subtítulo intenta enmarcar el contenido: 'Duchamp, el ajedrez y las vanguardias. Es uno de esos libros que no existirían si no tuvieran un patrocinio, en este caso, el de la Fundació Joan Miró y la del BBVA. Es una de esas publicaciones que acreditan Catalunya como un espacio participante de la alta cultura europea.

Confieso que no sabía que el juego del ajedrez había sido un elemento fundamental de comunicación en el campo doméstico de la burguesía del siglo XIX. Y ahora pienso en una lección que da el ajedrez: el valor de las diversas piezas depende de la posición que ocupan en el tablero. ¿No ocurre lo mismo en nuestra sociedad? Un peón, que es la pieza más modesta del juego, me hace pensar en el poder que adquieren en determinadas circunstancias los que, habiendo empezado como humildes peones de retaguardia, se mueven para dejar fuera de combate a un orgulloso alfil.

Está comprobado que Gala y Dalí jugaban al ajedrez,  y no puede dejar de sorprenderme, porque vemos a Dalí instalado en el surrealismo y el ajedrez como un ejercicio de racionalidad. Pero es cierto que en muchas pinturas de los surrealistas las líneas rectas son dominantes, y quizá se podría decir que se estructuran como un tablero desmontado.

Consta que Hitler tenía el ajedrez como un deporte de lucha de los alemanes. Ya hace más de mil años, dicen, que el ajedrez era el oficio de los nobles. ¡Cuántos misterios e interpretaciones relacionadas con un juego en el que un peón puede decidir la muerte de un rey!

    

En 1935, justo antes de la guerra civil, el campeón del mundo del ajedrez, Casablanca, jugó 40 partidas de ajedrez con ajedrecistas catalanes. Pienso que la gran calidad de un jugador es su capacidad de imaginar las situaciones futuras del juego. 

Un año después, en Catalunya, la partida no se jugaría con fichas sino con armas.