Al contrataque

'Out'

Aunque sabemos que los 'outsiders' no nos van a solucionar las cosas, los 'insiders' se muestran incapaces de reaccionar y transmitir algo de esperanza

Un seguidor de Sánchez enrolla un cartel del ya exsecretario general del PSOE.

Un seguidor de Sánchez enrolla un cartel del ya exsecretario general del PSOE. / SV/

MANEL FUENTES

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¿Qué tienen en común la voluntad de independencia en Catalunya, Podemos, Colau, Le Pen, el brexit y Trump? Posiblemente, un sentimiento común compartido de sus seguidores: el hartazgo. En otras épocas, los movimientos emergentes estaban orientados a apuntalar el sistema imperante o buscar un hueco en él. Y hoy, aunque la ambición de los nuevos apunte hacia el mismo sitio, las formas delatan que tiene más predicamento presentarse como un outsider que como un reformista de un sistema que muchos entienden irrecuperable o al menos poco ilusionante.

Los conservadores de los viejos hábitos ven el peligro y saben que no es tiempo para su dispersión. Así, desde el viejo paradigma ahora solo hay una opción clara para gobernar. Las alternativas que matizaban esa posición sufren una crisis sin final aparente, ya que en su día no fueron lo suficientemente revolucionarias para crear una alternativa diferenciada de la de su adversario. Ese, por ejemplo, es el drama del PSOE, que paga con creces la falta de una idea de España radicalmente distinta de la del PP. La economía nos tiene contra las cuerdas, con poca capacidad de acción por las deudas y el déficit, pero… ¿dónde está la España federal que prometió el incontinente Zapatero?

Lo viejo mantiene la fuerza de los hechos y los años, pero ha reducido a marchas forzadas la capacidad de hacer soñar o creer a sus gentes. ¿Qué es hoy Europa? ¿Qué puede prometer a sus ciudadanos? ¿Y qué les pueden prometer sus estados de origen? Poco a poco hemos entendido que en lo importante cada vez tenemos menos voz y voto, con lo que la política se ve como un tapón lleno de intermediarios, un mundo de pasillos, puertas giratorias y gorrillas que actúan como peajes y no como facilitadores del buen funcionamiento del mecanismo. Este es el corazón del problema.

El cebo del populismo

Ante eso, ¿qué hacer? Para quienes el cinismo no es una opción, escapar de eso se puede llegar a convertir en obsesión, por lo que unos cuantos avispados hace tiempo que pusieron sus cañas en esta agua estancada para ponernos el anzuelo. ¿El cebo? Populismo del color que más convenga. Extrema derecha, extrema izquierda, millonarios hechos a sí mismos que vayan contra las normas, ruptura total… Lo que sea para hacernos creer que ellos sí van a transformar las cosas. Lo que pasa es que la realidad es tozuda y los problemas, si no se resuelven, no te abandonan. Lo malo es que aunque en el fondo sabemos que los outsiders no nos van a solucionar las cosas, los outsidersinsidersEn tiempos del sálvese quien pueda, resistir con lo que hay deprime, y abrazarse a los nuevos profetas asusta. De una manera o de otra, el cinismo no va a abandonar el poder.