EDITORIAL
Otro punto final de ETA
Este amargo final tiene un mérito global que va de las víctimas a los políticos y pasa por los cuerpos policiales
A un ritmo mucho más lento del que le demanda la sociedad y de lo que sería deseable, la banda terrorista ETA va desapareciendo de la escena. Quedan para siempre en la retina sus crímenes por los que los culpables siguen pagando en la cárcel. De una manera algo estrambótica, lo que queda de la dirección de ETA ha anunciado en el diario francés 'Le Monde' que entregará sus armas antes del próximo 8 de abril. Lo hará comunicando la ubicación de los zulos a dirigentes aberzales y representantes de la sociedad civil del sur de Francia. Cerrará así la segunda fase de lo que debe ser su final definitivo. Si en el 2011 anunció el cese de la violencia, ahora destruye sus arsenales y solo le quedará disolverse definitivamente como le exigió ayer el presidente del Gobierno.
El mérito de este final con sabor de amarga victoria es coral. Ha sido posible gracias al sacrificio de quienes dieron su vida plantando cara al terrorismo y a sus familiares que nunca quisieron cambiar su dolor por la cesión ante el chantaje terrorista. Gracias a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que de manera inexorable fueron dando golpes a la estructura operativa de ETA y aislando su red de complicidades en la sociedad vasca. Gracias también a los sucesivos gobiernos que en cada momento combinaron la firmeza policial con la acción política. Si a Zapatero le tocó negociar hasta el fin de la violencia a Rajoy le ha tocado mantenerse firme en el desarme y tratar el asunto de los presos de manera individualizada y vinculada al arrepentimiento. Y en este punto hay que mencionar también a una parte de la izquierda aberzale que mucho más tarde de lo que era exigible democráticamente y cuando la banda ya estaba acorralada policialmente entendió que sus ideas solo podrían sobrevivir en la esfera de la política.
No hay nada que agradecer a ETA ni nada que ofrecer a sus miembros que no sea la acción de la justicia y el cumplimiento de la ley. Pero sí que debemos alegrarnos y felicitarnos de haber llegado finalmente a este punto final que parece ser casi definitivo. Ello no quiere decir olvidar ni a las víctimas ni al dolor de sus familiares sino simplemente aprender de los errores y de las debilidades para que nada de esto se vuelva a repetir. La violencia no pude tener jamás justificación simplemente porque es lo contrario de la política, o sea del diálogo y del acuerdo.
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