tú y yo somos tres

Otro príncipe: el de Velvet

FERRAN MONEGAL

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Qué final de mayo más hermoso. En lugar del mes de las flores, está resultando el mes de los príncipes. Ayer les comentaba la colosal irrupción en la escena política de Pablo Iglesiasel príncipe de la izquierda, que ha causado una gran irritación en algunas cavernas televisivas -Telemadrid se ha distinguido lanzándole perdigonadas enfurecidas-, y hoy toca hablar de otro príncipe: el príncipe azul que le ha surgido a Ana en el último capítulo de Velvet (A-3 TV). ¡Ahh! Qué pollastre le ha deparado el destino. Mientras su amor de toda la vida, Alberto, se casa con la millonetis Cristina, ella queda destrozada y compungida. Se marcha de la iglesia atravesada por un dolor muy profundo. Pero el Señor es bueno y sabe cuidar de las protagonistas de las telenovelas. Y el cielo le manda enseguida un sustituto: Carlos, apuesto pincel que se presenta vestido de piloto de  aerolíneas, con su uniforme azul y su gorrita, y eso reconforta mucho. O sea, que este culebrón que acabó ayer deja abiertos los ejes de la segunda temporada sobre tres protagonistas. Primero, Ana y su nuevo príncipe azul. Segundo, el caso de la madre de Alberto, que se llama Isabel y que interpreta Ángela Molina. La aparición in extremis de esta notabilísima actriz hace suponer que tendrá un papel principalísimo. Y tercero, la gobernanta y jefa de costureras, doña Blanca, que se ha sacudido de encima su encorsetado porte existencial y ya la hemos visto pegada a aquel que al principio creía que era su hijo, Max, una escena fogosa, morro contra morro, con lengua y saliva. De esta tardía pasión de doña Blanca el gran damnificado será el bendito don Emilio (el gran Pepe Sacristán), que alberga la ilusión de que Blanca y él puedan llegar suavemente al paraíso otoñal de los panteras grises. Pobre don Emilio. Y luego, como buen culebrón, queda un resto de intrigas que correrán a cargo de la millonaria familia de Cristina.

Esta teleserie tiene perfiles muy cursis. Ha logrado audiencias altísimas por el arte que han tenido en la elaboración del San Francisco, que es un cóctel que lo más fuerte que lleva es grosella o granadina. Lo remilgado se ha unido con la intriga, la pasión con el melindre, la malicia con el dulce cuento de las hadas costureras. Y todo ello sobre un cuerpo de impecables intérpretes. Por cierto, no me gustaría que dieran el pasaporte al actor Asier Etxeandía. Su interpretación como Raúl de la Riva ha sido una filigrana. El capítulo anterior lo resolvió él solito.