LA CLAVE

Otro final de la Transición

El Rey Felipe VI con el presidente del Congreso, Patxi López, en una reciente reunión para decidir el formato de la nueva ronda de conversaciones

El Rey Felipe VI con el presidente del Congreso, Patxi López, en una reciente reunión para decidir el formato de la nueva ronda de conversaciones / periodico

ALBERT SÁEZ

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Los historiadores llevan un par de décadas debatiendo cuándo termina la Transición española. Hay consenso en determinar que empezó el día que Juan Carlos I nombró a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno (franquista). Para unos terminó con la aprobación de la Constitución en 1978. Para otros con la derrota del golpe de Estado de Tejero en 1981. Para muchos culminó con el acceso al poder del PSOE en 1982.

Propongo este martes como fecha definitiva de la defunción de la Transición que empezó en 1976. Por primera vez desde aquel año el sistema político español ha entrado en la uci. Incapaz de construir una mayoría de gobierno desde las elecciones del 20-D y diría que casi sin intentarlo en serio. Durante cuatro meses, jamás se han sentado a negociar realmente una conjunción de partidos que pudieran alcanzar la mayoría necesaria para investir a un presidente. Siempre dependían de algún ausente. O simplemente ni se han sentado a negociar como ha sido el caso del PP de Rajoy que ha despachado la mayor crisis desde que ocupa la Moncloa a base de llamaditas de teléfono, tuits y otras mandangas. El fracaso es la incapacidad de negociar, no la imposibilidad de alcanzar un acuerdo; una auténtica y monumental vergüenza. Y una oportunidad perdida por parte del nuevo Rey si no lo remedia en el último minuto.

Durante la Transición se hicieron infinidad de concesiones en nombre de la estabilidad. El tabú de la Segunda República permitió construir el régimen del 78 a partir del miedo a la ingobernabilidad, al miedo de los españoles contra ellos mismos. Ese éxito justificó muchas renuncias que con el paso del tiempo desvelaron los lodos de una trama de impunidad de la que han sacado tajada ahora los populistas que intentan sustituir el bipartidismo de entonces por otro más posmoderno. La Transición, pues, ha dejado de ser una historia de éxito que justificaba todo tipo de desmanes, desde la corrupción hasta la falta de garantías democráticas. Colapso, 'game over', fin de ciclo. No hay que caer necesariamente en el dramatismo pero es el momento de abandonar el realismo mágico