Análisis

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ANTONIO SITGES-SERRA

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No tengan miedo, no les voy a reñir. Al contrario, felicitémonos de que la esperanza de vida de los españoles y de los catalanes se sitúe dentro del top five mundial. Por eso mismo no creo que a corto plazo vaya a mejorar mucho, mucho; digan lo que digan los independentistas (¡es broma!). O sea que tranquilos. Demasiada preocupación de las autoridades, demasiado paternalismo institucional, acaso también exceso de hipocondría social. Y es que, como dijo (o profetizó) Aldous Huxley a mediados del siglo pasado, «la medicina avanza tanto que pronto estaremos todos enfermos».

Los datos que ofrece la encuesta realizada por el Departament de Salut muestran una sociedad muy medicalizada acorde con los estándares occidentales, que se inclina ante nuevos tabús como el colesterol, el cáncer o el lumbago. Desgraciadamente, el tema de la salud ha caído en manos de los médicos y de los especialistas, que en el caso del colesterol, por poner solo un ejemplo, rebajan periódicamente las concentraciones saludables por encima de las cuales hay que tomar pastillas. Les recuerdo que el colesterol es un factor más de los varios que causan la arterioesclerosis, y que en pacientes que nunca han presentado complicaciones vasculares la reducción de los niveles de colesterol tiene un beneficio más que dudoso. No así para la industria, que ha conseguido empastillar a casi el 10% de la población, ni para los señores Sobera (¡apúntate a la vida!) y Del Bosque, que han hecho su agosto anunciando un yogur con el que se financia -entre otras- la Sociedad Española de Cardiología a través de su fundación ad hoc. Como ven, el problema es sistémico.

Mucho medicamento y mucha frecuentación hospitalaria. Esto ya lo sabíamos y no mejora. Tampoco mejoran aquellos aspectos de la salud que están en relación con los estilos de vida (¡cuánta gente fuma todavía!). Por contra, las mujeres acuden en masa a hacerse la mamografía anual contra toda evidencia científica. Y lo que es peor, el Departament de Salut, principal promotor de las mamografías por razones cada vez más políticas y burocráticas y menos científicas, sigue financiando no solo este programa de criba sino que ahora pretende generalizar la preocupación social por el cáncer de colon. Ningún cribaje de ningún cáncer ha conseguido alargar la esperanza de vida, y lo que sí logra es preocupar innecesariamente al ciudadano practicándole exploraciones caras e inútiles que a menudo conducen a intervenciones no menos caras y no menos inútiles. Quizá tanto interés de los gobernantes por nuestra salud y tanta promoción de enfermedades en los medios contribuye más de lo que nos pensamos a perpetuar la endemia de ansiedad y depresión que no conseguimos erradicar ni con el ocio -cada vez más sedentario y tecnológico- ni con visitas al médico. Más bien al contrario. Como sugería Hafdan Mahler, uno de los mejores directores de la OMS -que no vendía vacunas-, la densidad de médicos debe ser la justa; el exceso de facultativos (o de frecuentación) se paga con menor salud, sugería su mente preclara.

Tranquilos, que vamos bien. Vale, demasiada obesidad infantil; esa debería ser una de las prioridades de las campañas preventivas. Otra: reducir la iatrogenia asociada a la medicalización; sería una pena que nuestra esperanza de vida declinara por el sobrediagnóstico y sobretratamiento de enfermedades que a veces no son tales, como sugieren los avisados epidemiólogos de la Universidad de Dartmouth. Hoy, los auténticos enemigos de las enfermedades crónicas que deberían preocuparnos más que el cáncer son las relacionadas con nuestros estilos de vida. Menos plato y más zapato, igual a menos médicos.