LA CLAVE

La otra 'herencia' de Pujol

Nada de lo que aconteció en Catalunya en los últimos 12 meses se entendería sin la confesión del 'expresident'

ENRIC HERNÀNDEZ

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Imaginen que hace justo un año algún visionario hubiera profetizado que Unió y Convergència romperían tras 37 años de convivencia; que Oriol Junqueras accedería a escoltar en una lista a Artur Mas y a procurarle un tercer mandato presidencial; que CDC y Esquerra Republicana de Catalunya, no obstante, ofrecerían encabezar el cartel a un excomunista que aceptaría el encargo, pero sin resignarse a ser un candidato ornamental; que una activista contra la banca sería alcaldesa de Barcelona; que un líder vecinal optaría a la presidencia de la Generalitat al frente de una candidatura de confluencia de las izquierdas... Lo hubiéramos tomado por loco.

Nada de lo que acontecido en Catalunya en los últimos 12 meses se entendería sin el escueto comunicado difundido el 25 de julio del pasado año: la confesión de Jordi Pujol de su condición de defraudador al fisco, o al menos de encubridor de su familia, durante 34 años. Sin aquel 'mea culpa' y sin la falsa contrición que este supuraba, pues la posterior estrategia de defensa del clan del expresident no denota arrepentimiento ni voluntad de colaborar con la justicia. Antes al contrario.

LA EXHUMACIÓN DEL PASADO

La caída de prócer nacionalista empujó a Mas a repudiar a su mentor, a enterrar unas siglas contaminadas por un turbio pasado, a refundar su partido a costa de ERC y a elegir al izquierdista Raül Romeva como candidato pantalla de una lista independentista con ínfulas plebiscitarias. La exhumación de los restos del 'sector negocis' de Convergència, unida al salto a la política institucional de los indignados del 15-M, también explica el triunfo de Ada Colau en Barcelona en las elecciones municipales del 24-M y la apuesta de Catalunya sí que es pot por un trotskista tan poco conocido como Lluís Rabell para encabezar su candidatura.

Frente a la anormalidad democrática de los casos Gürtel, Púnica, PretoriaRato o Pujol, la nueva política y la vieja buscan figuras empáticas de pasado impoluto para restaurar la confianza en la democracia. Romeva Rabell son, ambos, fruto de la otra herencia del expresident. Pero solo en eso se asemejan: el Príncipe de Lampedusa Garibaldi, esa es la cuestión.