Otra amable reunión en Palau

No hay oferta de diálogo real por las dos partes, en órbitas muy lejanas y muy satisfechas con sus respectivas posiciones

JORDI MERCADER

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Neus Munté enterró a los 30 segundos de su comparecencia las expectativas de estar ante una cumbre decisiva de algo. Ni tan siquiera fue una reunión política de cierta relevancia. Su descripción fue desalentadora para los buscadores de noticias y los coleccionistas de fechas históricas: se trató de un intercambio de opiniones después de la carta de Rajoy diciendo lo que ya se sabía y se esperaba que dijera. No había razón para la urgencia ni para la ceremonia, ni para crear una tensión innecesaria con Catalunya en Comú.

La portavoz del Govern remató rápido el tema: "El Gobierno no ha asumido ningún acuerdo. El 'president' quiere escuchar a todos, no estamos en condiciones de fijar fecha y pregunta". Habrá pues más encuentros. Incluso alguna convocatoria del Pacte Nacional pel Referèndum, como pidió Catalunya en Comú al negarse a asistir al encuentro de este lunes.

Tras estas palabras, la portavoz del Gobierno catalán pasó a comentar la coyuntura, marcada por la ofensiva del Gobierno central protagonizada por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaria con un mensaje sencillo: no hay nada que negociar sobre el referéndum y el tiempo de la democracia no se agota nunca; o sea, que Puigdemont puede ir al Congreso cuando quiera. No hay lugar para malentendidos. La invitación a acudir al Congreso no es para negociar el referéndum, sino para hablar del problema en genérico, en el mejor de los casos, de las causas del desapego de muchos catalanes sobre el que Sáenz de Santamaria evitó pronunciarse.

LA PALABRA "DEMOCRACIA"

No hay contradicción en ninguno de los discursos ni oferta de diálogo real por las dos partes. Están en órbitas muy lejanas y además muy satisfechos con sus respectivas posiciones. Ambas creen que la suya es la ganadora, en términos democráticos. La vicepresidenta del Gobierno de Rajoy ya utiliza la palabra "democracia" tantas veces como suele hacerlo Puigdemont. La única diferencia, aunque substancial, es que unos asocian la democracia a la legalidad y los otros la adscriben al voto.    

Mientras todos se preparan para esta larga batalla por hacerse con el dominio de la democracia, el PP recaba apoyos del PSOE para combatir el referéndum unilateral y el independentismo se reúne en el Palau para fotografiarse amablemente. Con la presencia de Podem, cuyo líder, Albano Dante Fachin, a la salida, no acababa de entender muy bien el objetivo del encuentro dada la falta de novedades.

Y así todos, con más o menos énfasis. Excepto la CUP. Anna Gabriel fue algo más precisa: no quiere más reuniones, tiene prisa, no está para retóricas e intuye que su presencia va a ser utilizada, cada día con más ahínco, por el Gobierno del PP para desprestigiar al Gobierno de Puigdemont como presunto prisionero de los radicales. "El tiempo pactado por Puigdemont con la CUP sí que se agota", aseguró Sáenz de Santamaria, exponiendo su plan: jugar con el tiempo y los nervios de los socios independentistas e ir proclamando a diario su voluntad inasequible al desaliento para preservar la legalidad.