NEGOCIO Y/O REIVINDICACIÓN

Orgullo y olor a pis

Los madrileños se ríen con complicidad cuando les digo a mis amigos que una de las sensaciones que yo asocio con el World Pride es el olor a orín

Dos turistas se hacen un 'selfie' frente al Ayuntamiento de Madrid, que luce la bandera del arcoiris.

Dos turistas se hacen un 'selfie' frente al Ayuntamiento de Madrid, que luce la bandera del arcoiris. / periodico

LUCÍA ETXEBARRIA

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Cuando les digo a mis amigos que una de las sensaciones que yo asocio con el World Pride es el olor a pis, se ríen. Los de fuera no me entienden, creen que bromeo. Los madrileños se ríen con complicidad. Tres millones de personas vendrán a Madrid en el World Pride: el mayor evento que ha acogido en su historia. El ayuntamiento ha previsto la instalación de 1.019 servicios portátiles en la vía pública, más otros 300 de los organizadores privados. Un urinario para cada 2.274 vejigas.

La Asociación de Vecinos de Chueca asegura que en ediciones anteriores se han utilizado esos servicios «para meterse rayas o mantener relaciones sexuales», pero se hace pis en la calle. Que el olor persiste «durante semanas» después de las fiestas (la que suscribe da fe) y que hay zonas del barrio por donde «hasta se irritan los ojos al pasar» porque «con el calor el orín se corrompe». Hay que recordar que en julio, Madrid llega, de día, a los 40 grados.

El ayuntamiento ha concedido al Pride la consideración de evento de «especial significación ciudadana», que permite suspender los niveles máximos de ruido regulados por la normativa. El ruido se hace insoportable. Para desfilar en la manifestación-cabalgata hay que pagar una cuantiosa suma que, se dice, ronda los 8.000 euros. Y desfilan 52 carrozas. Las entradas para ir en una están a 70 euros. Y ya han volado.

No se sabe muy bien cuál es el criterio para seleccionar a quienes dan el pregón. Pero casi siempre son personajes televisivos, mediáticos, faranduleros, muy poco conocidos por su  faceta activista o intelectual.

RED DE INTERESES ECONÓMICOS

Se esperan unos ingresos de 300 millones, según AEGAL (Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas de la Comunidad de Madrid). Desde colectivos LGTB históricos, entre ellos, Apoyo Positivo, Imagina Más, la Fundación Triángulo, la Plataforma Asociativa 28J y otros  se opina que el Pride (antes Orgullo) se ha acabado convirtiendo en una red de intereses económicos. En la privatización de una manifestación en favor de un negocio desideologizado, que beneficia a una élite. En la explotación empresarial de una herramienta política. Vuelan las acusaciones de opacidad y de tarifas abusivas. Y sorprende la lenta pero inexorable expulsión de las actividades sociales y culturales en una manifestación que empezó como reivindicativa.

Este viernes la manifestación del Orgullo Crítico tomó la Gran Vía. La pancarta de cabecera rezaba: 'Disidencia es resistencia'. Los colectivos que acudieron  rechazaban «la imagen unitaria y homogénea que da el Pride del colectivo LGTBI». Una imagen que excluye a los pobres, a gordos, discapacitados, precarios... a todo aquel que no pueda sumarse a un Pride que es, básicamente, una celebración consumista.

La situación me recuerda a Barcelona. Mucha fiesta, mucho turista, mucho empresario que se hace rico, ciudadanos de a pie que no entienden lo que está pasando, voces crítícas que claman indignadas.

Quizá sea momento de dejar de lado las luchas fratricidas y ponernos todos de acuerdo para reflexionar seriamente sobre qué significa el Orgullo. Decían las monjas que la diversión es la medicina del alma. Pero una medicina, si se excede en la dosis, puede acabar siendo veneno.