Opinión | Editorial

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El órdago griego

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

Nadie entiende los motivos reales que han llevado al primer ministro griego, Yorgos Papandreu, a lanzarse a la piscina -sin agua- y anunciar la convocatoria de un referendo para que los griegos se pronuncien sobre el segundo plan de rescate, aprobado con muchas imprecisiones el pasado jueves en Bruselas. Todo indica que son razones de política interior las que han arrastrado a Papandreu a tomar esa iniciativa suicida, decidida además sin informar a los socios europeos. Quizá Papandreu pretende reforzarse ante su partido -una parte del cual se rebeló ayer contra el referendo- ante la moción de confianza que el Parlamento debe votar el viernes, desarmar a la oposición derechista, que pide elecciones anticipadas, y ganar peso ante la UE para renegociar los términos del rescate.

Pero el jefe del Gobierno griego no puede reabrir la crisis de la deuda europea -las bolsas se hundieron ayer y las primas de riesgo española e italiana se dispararon- por problemas internos. Es cierto que el plan de rescate estaba prendido con alfileres y que muchas cuestiones quedaron sin concretar, entre ellas la ejecución del 50% de la quita de la deuda griega o la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, pero eso no autoriza a Atenas a poner en peligro todo el edificio europeo.

El plan de rescate significará nuevos y duros sacrificios para una población griega ya muy castigada -despido de 30.000 funcionarios, rebaja del 15% del sueldo de los que sigan; recortes de entre un 20% y un 40% en las pensiones, subida de impuestos, etcétera-, pero el plan aprobado parece el único posible en las actuales circunstancias. Significa nada menos que la concesión de préstamos por 130.000 millones de euros y la pérdida de otros 100.000 millones para los bancos que sufran la quita acordada.

Preguntar a los griegos si aprueban el tijeretazo es como someter a referendo si la gente quiere que le suban los impuestos. La respuesta, en ambos casos, está anunciada. Pero resulta que el problema no solo afecta a Grecia, sino al euro, moneda a la que quizá ese país nunca tuvo que integrarse. Pero ahora ya es tarde para lamentarse porque la salida de Grecia del euro sería mucho peor, una catástrofe para toda Europa.