Claridad, firmeza, diálogo y pacto

La Via Catalana de la Diada del 2013 a la altura de Bàscara (Alt Empordà).

La Via Catalana de la Diada del 2013 a la altura de Bàscara (Alt Empordà). / periodico

MIQUEL ICETA

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La Diada 2013 ha demostrado nuevamente que hay mucha gente en Catalunya que cree que ha llegado la hora de revisar de forma radical y profunda las relaciones con el resto de España. Muchos quieren sencillamente romper, quieren la independencia, que ha sido presentada como la solución no solo a un problema de ensambladura nacional sino como la mejor manera de superar la crisis.

Otros quieren una relación singular entre Catalunya y el resto de España, otros una relación federal y todavía existen los que querrían un pacto fiscal y garantías suficientes para nuestra cultura y nuestra lengua. Los que se han movilizado de forma más activa están convencidos de que España no quiere cambiar ni cambiará su relación con Catalunya, y por eso ya se plantean una declaración unilateral de independencia.

Sin restar legitimidad a otras posturas

Para estos, la consulta es instrumental, el camino para llegar a la independencia, nada más y nada menos. Es justo decir que este intento descriptivo no quiere ni menospreciar ni restar ningún tipo de legitimidad a ninguna de las posturas descritas. Tampoco se tiene que olvidar que muchos de los que no participamos en la 'Via Catalana hacia la independencia' también queremos cambiar la relación entre Catalunya y el resto de España.

En mi opinión, la alternativa no puede limitarse a romper o quedarnos como estamos. ¿Qué derecho a decidir tendríamos, por ejemplo, los que queremos soluciones federales, si la opción se limitara a elegir entre romper o seguir como estamos?

Controversia

A pesar de que sé que es un tema controvertido, yo soy de los que piensan que no hay una salida ni unilateral ni fuera de la legalidad al problema al que nos enfrentamos. Y por eso defiendo un pacto de tipo federal, porque creo que en un Estado democrático no hay solución que no pase por el debate, la negociación, el pacto y, sí, el voto de los ciudadanos que tienen que decidir.

Y también creo que la mejor solución para los estados plurinacionales como España es de tipo federal. Es significativo a este respeto el editorial del influyente diario económico 'Financial Times'. La cuestión es cómo llegar.

Ya he dicho que respeto y valoro la movilización de la Diada, pero también creo que las movilizaciones no pueden sustituir ni a las instituciones ni a la política; pueden y deben espolearlas, pero no sustituirlas. Entre otros cosas porque solo podemos pedir responsabilidades a los que nos representan, y no a los que convocan movilizaciones o participan en ellas.

El termómetro de las movilizaciones

Pero, ciertamente, las movilizaciones son también un termómetro sobre la insatisfacción acerca del funcionamiento de las instituciones que tenemos y de la calidad actual de nuestra democracia. Instituciones y partidos tienen que ser muy conscientes de esta relevante interpelación ciudadana.

Esto también nos tiene que llevar a la conclusión de que, a pesar del relevante papel que corresponde a los gobiernos en la búsqueda de soluciones al problema de la ensambladura entre Catalunya y el resto de España, el Parlament no puede permanecer al margen del proceso negociador y, como decía, al final le corresponderá a la ciudadanía pronunciarse sobre la alternativa o alternativas que se le deben someter a referendo o consulta.

Parece haberse abierto una vía de diálogo entre los gobiernos de Catalunya y España. De confirmarse, creo que tenemos que alegrarnos de que sea así, ¡ya era hora! Una negociación requiere de claridad, firmeza, diálogo y pacto. Y esto está a menudo reñido con la esgrimida y cacofónica declaración de unos y otras, también con fechas límite no acordadas, y sobre todo requiere que los que protagonizan la negociación no tengan las manos atadas y no estén hipotecados por posiciones más extremas.

Con el voto ciudadano

Debemos ser conscientes de que, en estos momentos, los márgenes de maniobra de los presidentes Mas y Rajoy son estrechos, y una de las cosas que tenemos que hacer los socialistas catalanes --y también el conjunto de los socialistas españoles-- es ensanchar estos márgenes de maniobra. Y hacerlo con firmeza, conscientes --como he dicho ya antes en dos ocasiones-- de que, finalmente, tendrá que ser el voto ciudadano el que ratifique o no la propuesta o propuestas que se planteen.

Y conscientes de que unas elecciones plebiscitarias, de las que todavía nadie ha sido capaz de proporcionar ningún ejemplo, no son sustitutivas de un referendo o consulta. El Estatut del 2006 fue un pacto votado por los ciudadanos que el <strong>Tribunal Constitucional</strong> alteró y, por lo tanto, solo puede ser sustituido por otro acuerdo que ya haya sido votado por los ciudadanos.

Evitar los errores del pasado

Por eso es de gran importancia no repetir los errores cometidos en otros procesos negociadores: conviene que esté claro el objetivo a lograr, que esté muy definido el liderazgo del proceso y el papel del Parlament en él, la máxima unidad posible entre las fuerzas políticas catalanas (y creo que esto implica que el objetivo tiene que ser que los ciudadanos puedan decidir democráticamente sobre el futuro de las relaciones entre Catalunya y el resto de España, y no solo de la independencia, que es solo una de las diversas opciones posibles, y recordar siempre que las actuaciones unilaterales o ilegales no solo no garantizan los resultados que se persiguen, sino que no cuentan con el apoyo mayoritario de los catalanes), haber calculado de manera lo más objetiva posible las fuerzas de las que disponemos, los obstáculos a vencer y el establecimiento de las necesarias complicidades en el resto de España.

Derecho a decidir

Hay que alertar contra los falsos atajos, contra el simplismo y la simplificación; no solo ganaremos a través del compromiso emocional, sino también a través de un debate racional sobre las diversas opciones posibles. El derecho a decidir en abstracto no existe, existen procedimientos democráticos para que los ciudadanos puedan expresarse libremente. Y esto hay que hacerlo en el marco de la legalidad, de unas leyes que, si se tercia, pueden ser cambiadas también a partir del diálogo, la negociación y el acuerdo entre amplias mayorías.

La exigencia ciudadana es enorme, tanto de los que se movilizan como de los que no, y todos  tenemos que estar a la altura.