Opinadores contra pensadores

Algunos intelectuales empezaron escribiendo de lo suyo y han acabado opinando de todo

JULI CAPELLA

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Los diarios han mejorado sustancialmente estos últimos años. Tanto de contenido como en la forma. Si no se venden más es porque las noticias ya nos llegan por otros canales. De lo que se trata es de interpretarlas, y de ahí la paulatina invasión de los opinadores -como yo mismo-, que nos atrevemos a comentar la actualidad. Antes los diarios se componían de: editoriales sesudos, el grueso informativo y alguna columna de veteranos periodistas. Ahora los diarios están plagados de artículos bastante cortos de personajes variopintos, donde no falta la foto sonriente del autor y su firma. Un periódico ya no es feudo del gremio tribulete ni se cuece solo en su redacción. El intrusismo es la norma; tanto se atreven a opinar políticos, abogados, médicos, profesores o actores, lo importante es el valor de su perfil. Y si es mediático, mucho mejor. Por eso abundan las columnas de famosos. Y no solo escribiendo de lo suyo, la gracia reside precisamente en que se mojen pontificando en otros ámbitos.

A finales de los 80 alguien se quejó de que la cosa iba mal cuando en los diarios los filósofos callaban y los peluqueros sentaban cátedra. Los peluqueros, obviamente, se enfadaron, reivindicando su derecho a opinar. Hoy en día nos llevamos las manos a la cabeza por las tonterías que sueltan algunos intelectuales. Comenzaron escribiendo de lo suyo y han acabado opinando de todo, envalentonados por su locuacidad. Por eso nos vuelve a interesar la opinión fresca e ingenua de gente anónima. EL PERIÓDICO abrió un interesante canal con Entre Todos, yendo más allá de las adocenadas cartas al director. Se está normalizando que todos puedan expresarse, sabios y humildes, pero para su edición sigue siendo necesario un periodista avezado. Alguien debe estar al loro por si nos la intentan colar, por muy académico o choni que sea quien escriba.

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