Olor a cerrado

Tanto ímpetu ha puesto el PSOE en querer ganar que aún no entiende por qué pierde

Susana Díaz, durante el comité federal del PSOE.

Susana Díaz, durante el comité federal del PSOE.

EMMA RIVEROLA

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Durante los momentos más duros de la crisis, el PSOE anduvo desnortado. La negativa de Zapatero a asumir la realidad, el pacto con el PP para modificar la Constitución sin referéndum, la sucesión de derrotas electorales lo sumió en un debate interno que lo aisló de los que habían sido sus votantes. Vinieron años duros, de desahucios y suicidios, despidos y colas en Cáritas, y el PSOE seguía monologando consigo mismo. No estuvo junto a los desesperados, ni supo hablar con los que se mantenían a flote. Y llegó Podemos.

Ante la competencia morada, el PSOE siguió mirándose las entrañas y pergeñó el nacimiento de Pedro Sánchez. El títere le salió titiritero. De nuevo perdió las elecciones y llegaron las líneas rojas, porque el diálogo se deja para los de dentro. Y el volumen de las discusiones internas se elevó tanto que el flamante secretario general fue propulsado a la estratosfera. Llegó la vergüenza de la gestora. Más y más maniobras internas. Cuchicheos, pactos sottovoce… Y mientras, un Sánchez empeñado en hablar con la militancia se ha convertido en la bestia negra del aparato.

¡Tenemos que ir a ganar! Repiten y repiten los que no quieren perder su posición. Mientras, el ambiente se va cargando del aliento de los mismos. Las ventanas, bien cerradas. El discurso, simplificado, falto de audacia y cargado de prejuicios. Tanto ímpetu ha puesto el PSOE en querer ganar que aún no entiende por qué pierde.