Al contrataque

Olimpiadas del cinismo

ERNEST FOLCH

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No es ningún secreto que la geopolítica internacional se ha convertido en un juego de intereses con escasos escrúpulos, pero el espectáculo al que estamos asistiendo en las últimas semanas se asemeja a unas auténticas olimpiadas del cinismo. No hace tanto que el demonio Osama bin Laden era un aliado estratégico de EEUU cuando financiaba a los mujaidines que luchaban en Afganistán contra la URSS, igual que aquel Sadam Husein que de repente pasó a ser un maléfico dictador y antes había sido convenientemente armado, cuando era el perfecto aliado en el momento en el que había que derrocar al Irán del ayatolá Jomeini tras la célebre crisis de los rehenes.

La lista es interminable y no solo afecta a EEUU (al que por lo menos siempre deberemos que nos liberara del fascismo) sino a todo Occidente en bloque, como prueba esta última estampa grotesca de Gadafi plantando con todos los honores su jaima en medio del París de Sarkozy escasas semanas antes de convertirse en el enésimo satán. Ha sido emerger el nuevo Estado Islámico con sus terribles salvajadas, y el aparato ideológico que sigue como un rebaño las ocurrencias de sus gobernantes nos vuelve a adoctrinar, una vez más, sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos. Un Estado Islámico, por cierto, debidamente financiado por ese Catar que tan orgullosamente luce el Barça en su camiseta, por si alguien aún pensaba que este esperpento nos era ajeno. Llevados por la euforia del nuevo enemigo del califato, los ideólogos de esta última cruzada se han encontrado atrapados en una paradoja tragicómica que les lleva a justificar ahora al otrora terrible dictador Asad por el simple motivo de que han llegado a la conclusión de que los denominados insurgentes sirios son de golpe terroristas de Al Qaeda: no descarten, incluso, que ya no esté tan mal gasearlos con armas químicas.

Teorías trasnochadas

Anteayer, el club de la comedia en el que se ha convertido la política internacional vivió un episodio delicioso: asistimos a una incursión militar en Irak coordinada entre el Ejército americano… ¡y unas milicias iranís! Asistimos, pues, al último salto mortal: Irán, hasta hace nada presentado como la encarnación de Lucifer, es ahora nuestro nuevo aliado en la última guerra santa inventada para tapar vete a saber tú qué intereses, hasta que, por supuesto, se convierta en terrible y redescubierto enemigo, y así sucesivamente. Al menos nos podrían ahorrar toda la parafernalia intelectual que acompaña a este circo y que proclama patéticas guerras de civilizaciones, todos estos discursos en los que, como en el poema de José Agustín Goytisolo, resulta que siempre descubrimos que el príncipe se vuelve malo y el pirata, honrado. Mejor que se limiten a contar lo que pasa y dejen de hacer el ridículo con sus teorías trasnochadas.