El turno

La ola que recorre el mundo

MARÇAL SINTES

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Hace unos días que en la retina llevo, entre otras, la imagen de los dos Mirage F-1 libios que aterrizaron el lunes en Malta. Sus pilotos desertaron para no tener que obedecer la orden deGadafide bombardear a los manifestantes. Es una de las muchas sorpresas de estos días, en los que tenemos la sensación vivísima de que una ola de libertad recorre el norte de África y, también, el mundo.

Es una ola fantástica, que empiezo a creer que no podemos circunscribir exclusivamente a los países árabes o musulmanes, sino que va más allá. Si no fuera así, no se explicaría que gobiernos como el cubano, el iraní, el ruso o el chino, entre otros, den tantas muestras de inquietud y hayan alargado todavía más sus tentáculos represores. Creen, y creo que aciertan, que esta ola de libertad

-para ellos tan amenazante- tiene que ver con variables cuya naturaleza no es solo regional o cultural. ¿Qué variables? Al menos dos. El nivel de censura y las características socioeconómicas del país. El incremento exponencial de la circulación de información en el mundo, el hecho de que, por así decirlo, gracias a la tecnología el ancho de banda cada día se agrande, lleva a que a los sátrapas censurar les resulte cada vez más complicado. La pobreza y la injusticia no hacen otra cosa, al conjugarse con este creciente acceso a la información, que actuar como precipitantes de las revueltas.

Según esta hipótesis, los regímenes menos expuestos al contagio, los más resistentes a los anhelos de libertad, serían aquellos duramente censores, pero, en cambio, capaces de proporcionar un nivel de bienestar aceptable al menos a una parte importante de la población. Aun así, y dado que acceder a la información es cada vez más fácil y la capacidad censora no es ilimitada, debemos tener la esperanza de que, a la larga, no habrá ninguna dictadura que no acabe perdiendo pie y estrellándose.