Al contrataque

Octubre (2016)

ANA PASTOR

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Sonó nuestra canción. Una de nuestras primeras canciones. Miré por el espejo retrovisor y vi esa expresión tan tuya. Te quedaste callado ya desde los primeros acordes de esa melodía que tanto conocías. Estabas a punto de llorar. En silencio. Dejando que aquello, fuera lo que fuera, fluyera por sí solo.

Sin preguntarte me dijiste que esa canción te ponía muy triste. Aún no sabías que no era tristeza sino emoción. Dijiste que te recordaba a algo pero no conseguías identificarlo. Y entonces me hablaste despacio de cuando eras bebé. Parecía como si estuvieses rebuscando entre tus recuerdos.

Aquella tarde me hablaste de lo mucho que te gustaba escuchar esa canción pegado a mí. «Juntos», decías. Era tu manera de decirme que crecer te había enseñado a echar de menos ser más pequeño. Pero sobre todo habías aprendido a decirlo. Sin miedo a parecer sensible. Sin miedo a serlo. A ser como tú eres. No sonó a reproche sino a recuerdo de los que emociona recuperar.

Nuestra canción terminó y cinco minutos más tarde ya estábamos los dos a carcajadas. Cosas de niños. Acababa de darme cuenta de que habías vuelto del colegio sin cordones en las botas. Los habías cambiado por uno de aquello cromos que te faltaban de esa colección eterna que no conseguimos nunca terminar. «No ha sido una mala negociación», pensé.

Recuerdo también aquel día que me preguntaste en tono muy serio estirando las mangas de tu jersey: «Mamá, ¿tú qué prefieres: resucitar a un muerto o impedir una boda?». Te entró la risa floja antes de insistir en la respuesta. Imagino que por mi cara de estupefacción ante una simetría tan atómica como esa que me planteabas.

ALGUIEN ÚNICO

Y aquella otra vez en la que me preguntaste si el mejor día de mi vida era el día en que te había conocido. No hizo falta repregunta. El 'sí' era absoluto. Sin matices. Como la tremenda satisfacción reflejada en tu cara al escuchar ese monosílabo que te reconfirmaba como alguien único. Con tus fortalezas y esas debilidades que no te importa mostrar para poder luchar contra ellas. Como esos monstruos de las pesadillas que no existen pero que te producen terror y te hacen agarrar mi mano hasta cuando estas dormido. Como las lágrimas del "no te vayas" y las conversaciones con el detalle de lo que has hecho a la vuelta.

Como esa manera tan tuya de poner ilusión a todo hasta cuando se trata de aprender a tocar las maracas. Como ese convencimiento que tienes de que después de caerse hay que levantarse. Como esas apuestas con las que me retas y en las que ganas besos aun en los casos que pierdas. Asoma de nuevo este mes. Mi preferido. Un año más. Ya van seis...