Un fenómeno preocupante

Obedecer órdenes

Los jugadores de la Ballena Azul llevan en el bolsillo al criminal que los azuza, los manipula y los masacra

La imagen de una ballena azul que aparece en las cuentas de Facebook o Instagram de algunos participantes en el macabro juego

La imagen de una ballena azul que aparece en las cuentas de Facebook o Instagram de algunos participantes en el macabro juego / periodico

ANNA PAGÈS

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Leo con atención y perplejidad las noticias sobre el juego de la Ballena Azul. Lo encuentro terrible pero también sintomático de cosas que deberían hacernos pensar, sobre todo si queremos educar para la vida. El hecho es que hay jóvenes que se prestan a una dinámica mortífera como esa, rechazando su mente y su cuerpo. Por lo que he entendido este juego consiste en ir superando retos en forma de consignas. Está claro que lo que llamamos normalmente reto, en el buen sentido de la palabra, no tiene nada que ver con barbaridades como ver películas de terror durante 24 horas, despertarse de madrugada, dibujarse con sangre una ballena en la piel o, finalmente, conocer la fecha de tu propia muerte y aceptarla.

Todos estaríamos de acuerdo en que este tipo de retos no son los que una sociedad debería promover, porque atentan contra su propio núcleo constitutivo: preservar una vida con otros. En algunas culturas, los retos coincidían con ritos de paso, a veces bastante extremos: sobrevivir una noche al raso sin provisiones, matar a un león, aguantar el dolor, trepar a un árbol sagrado. Los jóvenes cumplían estos ritos de paso con el convencimiento de hacerse mayores, entrar a formar parte de la sociedad de adultos. Más allá del reto aguardaba la promesa.

¿Cuál sería la diferencia entre estos ritos de paso y las órdenes arbitrarias del administrador criminal del juego? En el rito de paso existe un lazo social con otro: el padre, el brujo de la tribu, el maestro, a quien se admira y quiere, con quien se establece una relación orientada a la vida. El rito de paso es simbólico, representa crecer y ocupar un lugar de honor entre los demás (es decir, un lugar que la tradición te otorga). Existe también una acogida a los jóvenes por parte del grupo, una vez han demostrado estar a la altura (aunque podamos discutir qué ritos son mejores y cuáles peores).

LA LÓGICA DEL SADISMO

Con el asunto de la Ballena Azul me pregunto qué pasa. No se trata de un rito de paso, porque no tiene ninguna dimensión simbólica (no serás más, ni serás más fuerte, ni serás reconocido por el lugar que te corresponda en el grupo); tampoco es una actividad vinculada a una pluralidad de personas (como la tribu) que los acoja y proteja. Parece más bien lo inverso: la lógica del sadismo y el rechazo social insertados en la red, encarnados en los cuerpos de quienes se apuntan al juego.

El sádico goza con el sufrimiento de otros a quienes convierte en objetos de goce mortífero. Estos jóvenes obedecen las órdenes de quien da consignas porque sí, sin ir más allá, sin cielo, ni paraíso, ni símbolos, ni otros, ni nada. Porque sí, porque se lo ordenan. A falta de ritos de paso que hagan de auténtico reto civilizador, a falta de adultos que los cuiden y protejan, estos jóvenes llevan en el bolsillo al criminal que los azuza, los manipula y los masacra. En lugar de la lógica de la tribu encontramos la lógica del campo de concentración. Obedecer órdenes ha estado siempre en los inicios, en la raíz, en la mecánica misma de la tragedia humanitaria. A ver si tomamos nota.