NÓMADAS Y VIAJANTES

Obama, qué hacemos con Couso

RAMÓN LOBO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es un hecho extraordinario que un presidente de Estados Unidos admita haber matado a dos rehenes occidentales en una operación antiterrorista. El norteamericano Warren Weinstein y el italiano Giovanni Lo Porto son los primeros en un giro político impensable hasta hace unos días. De sus muertes en un ataque con un avión no pilotado (dron) en la frontera entre Afganistán y Pakistán podemos sacar una conclusión: la CIA no cuenta siempre con una información precisa sobre lo que bombardea. Sostienen que el objetivo era Ahmed Faruk, un líder de Al Qaeda, y que en otro ataque también han matado a Adam Gadahn, un antiguo portavoz del grupo, pero nadie sabía nada de los rehenes.

Al ver al presidente Barack Obama pedir disculpas a las familias de los secuestrados -supongo que las indemnizaciones se negociarán después-, me he acordado de José Couso, el camarógrafo español muerto en Bagdad en abril del 2003. Antes de que nadie se exalte reconozco que no es el mismo contexto: Couso acudió libremente a cubrir una guerra, un lugar por lo general peligroso, mientras que Weinstein y Lo Porto fueron capturados en contra de su voluntad en un país extremadamente inseguro, como es Pakistán. Pero incluso en las guerras existen normas que protegen a los civiles (los periodistas lo somos). No salió entonces George W. Bush para pedir disculpas por las muertes de Couso y del ucraniano Taras Protsyuk, también camarógrafo de Reuters.

Eran daños colaterales, un término que define los muertos inevitables para lograr un supuesto objetivo superior.

Desvergüenza moral

Han pasado 12 años y seguimos sin saber nada de ese supuesto objetivo superior ni de las disculpas ni de una investigación oficial. No la emprendió EEUU ni tampoco el Gobierno de José María Aznar ni el que le siguió, el de José Luis Rodríguez Zapatero. Por Wikileaks sabemos que el Gobierno socialista intercambió cables con el de EEUU asegurándole que haría descarrilar la investigación de la Audiencia Nacional mientras que en público decía lo contrario. Es una desvergüenza moral.

Si EEUU reconociera una responsabilidad en la muerte de Couso abriría la posibilidad de un pleito y de una indemnización. Pero ese no es el asunto central, el problema es que esto sentaría jurisprudencia, abriría vías legales para miles de otras causas.

Couso fue a una guerra y en la guerra suceden los accidentes, la mala suerte; es verdad. El trabajo de reportero no es más importante que el de minero, pescador o albañil. Nuestros muertos no son más relevantes aunque tengamos el poder de sublimarlos. Pero los accidentes se investigan y así se obtienen conclusiones, mejoran los procedimientos, se pagan indemnizaciones y se empatiza con las víctimas. Nada de esto ha sucedido en el caso de Couso. Es un agujero negro de inteligencia política.

El Ejército de EEUU se mueve con una enorme autonomía de decisión. Un capitán, o un sargento en el caso de Couso, tiene la posibilidad de tomar decisiones en caso de sentirse en peligro. El sargento Thomas Gibson adujo que en la azotea del Hotel Palestina había francotiradores del Ejército de Sadam Husein. Ningún testigo ni filmación lo ha corroborado. El Ejército de EEUU que entró en Bagdad debía saber que en el Hotel Palestina se concentraba la mayoría de los periodistas internacionales, incluidos los estadounidenses. No saberlo sería incompetencia extrema, algo perseguible.

No creo que EEUU disparara contra el Palestina para asustar a la prensa, como se ha dicho, y mucho menos para matar a Couso o castigar a Tele 5. Entonces, ¿por qué dispararon? ¿Fue un acto fortuito o intencionado? Como no existe una investigación pública no lo sabemos.

La señal de Reuters

Sí sabemos que aviones de EEUU atacaron esa misma mañana del 8 de abril del 2003 la sede de Al Jazira en Bagdad, que había dado sus coordenadas para evitar ser atacada como sucedió en Kabul en el 2001. En ese ataque murió Tareq Ayyoub. Fue un asesinato. La versión más creíble en el caso Couso es que el tanque disparó contra los pisos altos del Palestina para acallar la señal de Reuters, que transmitía en directo la entrada de las tropas de EEUU en Bagdad, en su cruce del río Tigris.

El mando de EEUU decidió no dar a Sadam Husein la oportunidad de ver ese avance por la CNN o Al Jazira, que usaban la señal de Reuters. Detrás había un hombre, Taras Protsyuk, y en el piso de abajo José Couso, quien hacía su trabajo. Si esta versión fuera la correcta, no se diferenciaría del ataque a Al Jazira: sería un asesinato. Y los asesinatos se persiguen y se castigan. Son las reglas del juego que decimos defender.