La estructura del Estado y el cambio de Gobierno

Números y letras en los nuevos tiempos

Aznar entendió la carga crítica de las víctimas de ETA contra el nacionalismo vasco

Números y letras en los nuevos tiempos_MEDIA_2

Números y letras en los nuevos tiempos_MEDIA_2

REYES MATE

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mariano Rajoybastante tiene con las cuentas del Estado. La crisis económica le cerca y los ciudadanos esperan una gran faena. Pero esa urgencia de lo económico no debería hacernos olvidar que el Partido Popular, además de números, maneja ideas. Algunas son de sobra conocidas, aunque apenas se las haya mentado en la campaña electoral: supresión de la asignatura Educación para la Ciudadanía o revisión de la ley del aborto y la de los matrimonios homosexuales, entre otras.

Menos previsibles es el destino de otro tipo de ideas que tienen que ver con la convivencia y con la interpretación de lo que somos, terreno este queJosé María Aznarroturó a placer cuando dispuso de mayoría absoluta. Entonces empezó a hablar de una segunda transición. La primera se había hecho bajo el signo del olvido y de la fe en Europa, por aquello deOrtega:«España es el problema y Europa es la solución».

Pero en el año 2000 aquello se había quedado un poco añejo. El nacionalismo del PNV, CIU y BNG se había animado con la Declaración de Barcelona, de 1998, al reafirmar su querencia natural a tener un Estado propio. Por otro lado, Europa ya no era garantía de fronteras inmutables; con la disolución de Yugoslavia, pequeños países como Eslovenia entraban a formar parte de la Unión Europea. La segunda transición debería consistir entonces en reforzar el nacionalismo español, con la intención de despertar a Catalunya, País Vasco y Galicia de sus sueños soberanistas y devolverles a su condición de regiones. A este empresa se sumaron liberales que poco esperan del Estado y católicos conservadores que no admitían más memoria que la de las raíces cristianas de Europa.Aznar, que criticaba la primera transición por el dibujo de las autonomías, invocaba la historia de la España imperial, pero con cuidado para que la historia no contaminara la memoria próxima del franquismo. Utilizaba el pasado para legitimar su política, pero no quería que se mezclara este interés por el pasado con consideraciones morales de la memoria. La memoria del franquismo podía introducir en el debate el concepto de responsabilidad histórica y eso torpedeaba su proyecto de utilizar la historia para legitimar el presente. Bien está, se decían, recurrir al pasado imperial para afirmar la unidad de España contra los nacionalismos disolventes, pero mal está, añadían, invocar el franquismo , construido sobre el mismo tópico, para reivindicar la memoria de la guerra civil y de la posguerra que la primera transición había echado al olvido. Bien rodeado de historiadores dispuestos a hacer la faena, solo necesitaba reducir al mínimo la voz de las víctimas de la guerra civil.

Ese planteamiento se encontró con una ayuda imprevista: la voz de las víctimas de ETA. Al amparo del movimiento internacional de la visualización de las víctimas, las de ETA también se hicieron presentes.Aznarentendió su carga crítica contra el nacionalismo vasco, tan tibio en el tratamiento de la violencia terrorista, de ahí el apoyo masivo a las asociaciones de víctimas, algunas de las cuales se dejaron cortejar alegremente. Mientras ETA ha estado activa, este apoyo de las víctimas servía de ariete contra el nacionalismo, pero tenía el peligro de cargar la política en general con la impertinente mirada de la víctima. Está bien que la hermana o el hijo del asesinado por ETA levante la voz y cuestione la razón de ser de ese «pueblo vasco» en cuyo nombre matan los de ETA, pero si va más allá y se plantea la justicia a las víctimas y, por tanto, la reparación de lo reparable y la memoria de lo irreparable, abrimos una puerta por donde se pueden colar las memorias de todas las víctimas cuyos daños no han sido reparados. Podría entonces preguntar el nieto del abuelo republicano asesinado por la catadura de una política empeñada en silenciar esa injusticia.

En los cuarteles pensantes del Partido Popular hay interés en rematar la faena que no pudo consumarse en el 2004 por aquella imprevista derrota electoral. El ¡Viva España! que pide José Bonoa los socialistas se va a dejar oír cumplidamente en los corros conservadores. Historiadores, filósofos y filólogos están en ello. La incógnita es lo que vayan a hacer con las asociaciones de víctimas del terrorismo. Si estas han clamado, con el apoyo entusiasta del Partido Popular, contra toda forma de impunidad o beneficio penitenciario, ¿podrán conformarse ahora con que los tiempos han cambiado y eso ya no toca? Y, sobre todo, si se resucita un pasado remoto, como es el deIsabelyFernando,para reconducir una transición política que diluyó las esencias españolistas en el Estado de las autonomías, ¿cómo evitar que ese entusiasmo por el pasado no tropiece con la memoria de una guerra civil y su consiguiente dictadura que tiene pendientes cuentas relacionadas con la justicia a las víctimas y la legitimidad histórica? La historia, preocupada por conocer los hechos, y la memoria, empeñada en detectar lo que el pasado significa para el presente, aunque sean negociados diferentes, comunican. Habrá que ver cómo jalean a aquella sin desautorizar a esta.

Filósofo e investigador del CSIC.