Los jueves, economía

De nuevo, Grecia

La tranquilidad no es para la UE. No solo tenemos la amenaza del 'Brexit' sino que resurge el 'Grexit'

Leonard Beard

Leonard Beard / periodico

JOSEP OLIVER ALONSO

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No ganamos para sustos. La Unión Europea le ha tomado gusto al riesgo y, adictos a la adrenalina, vamos de crisis en crisis. Primero, entre enero y junio del 2015, fue el 'Grexit', los moralistas discursos de Yanos Varufakis y las incumplidas promesas de Alexis Tsipras. En el último minuto del último día pareció que se había alcanzado un acuerdo. No habíamos salido de esta que, en agosto, la devaluación del renminbi chino generó un terremoto en los mercados mundiales, aunque pareció que la calma retornaba a mediados de septiembre. Añadan la crisis de los refugiados, que ocupó buena parte del 2015 y todo lo que llevamos del 2016, que ha puesto la Unión a punto de ruptura. Finalmente, la aparente calma de los mercados de octubre y noviembre del 2015, dejó paso a nuevas réplicas de la inestabilidad financiera global: las bolsas, el petróleo y otros activos vivieron, entre diciembre del 2015 y febrero del 2016, caídas muy significativas. Ahí, Mario Draghi salió al quite, y Janet Yellen ayudó quitando el freno al alza de tipos de interés en EEUU. Y desde marzo, calma.

PROBLEMA GRIEGO

Pero ¡ay!, esa tranquilidad no es para nosotros. No solo el 'Brexit' amenaza con ponerlo todo patas arriba, sino que reemerge el 'Grexit'. ¿No habíamos quedado que el problema griego se había solucionado el pasado verano? Pues sí, pero no. Se acordó que, en tres meses, el Gobierno heleno propondría un paquete de reformas sobre pensiones e impuestos, que solo ahora comienza a discutirse. Además, continúa el conflicto entre Alemania, Holanda y Finlandia y el FMI. Los parlamentos de esos países aprobaron el plan de rescate a Grecia (¿recuerdan, los 86.000 millones de euros?) con la condición de que el FMI de Christine Lagarde participara.

Y ahí tenemos un grave problema. Porque Grecia es el primer país avanzado moroso con el FMI, y su funcionamiento no permite estas veleidades. De forma que, antes de poner más recursos que podrían quedar comprometidos, el organismo internacional exige una quita de la deuda griega, a la que Alemania se opone. Además, acompaña a ello una menor exigencia en la reducción del déficit público griego, dejando más margen de maniobra a Tsipras de lo que Wolfgang Schaüble está dispuesto.

LA POSICIÓN ALEMANA

La dura posición alemana no es de extrañar, dado el importante aumento de votos del partido Alternativa por Alemania, que refleja, entre otros aspectos, el creciente enfado de grandes segmentos del electorado alemán con la política de tipos de interés nulos del BCE. Solo le faltaría ahora a Angela Merkel, que tiene elecciones generales en el 2017, ir al Bundestag para defender que Alemania debería aceptas una nueva quita de deuda griega (la anterior, que fue sustancial, se hizo ya en verano del 2011).

Parece que en la última reunión del Eurogrupo, a la que asistió Lagarde, se pusieron encima de la mesa algunas propuestas que podrían satisfacer tanto al FMI como a Alemania. En particular, menor presión de la deuda a través de moratorias en los pagos, nuevas reducciones de tipos de interés y ampliaciones en los periodos de devolución del principal.

Ya se ha hecho antes. En realidad, una parte sustancial de la deuda griega no debe empezar a retornarse hasta el 2040 y más allá. Ello explica, junto a tipos de interés también pactados a la baja, que la carga por intereses del endeudamiento público griego sea menor que la española, a pesar que su deuda pública se eleva al 170% de su PIB.

EL CALENDARIO

Como ven, no es evidente que la solución se encuentre rápidamente. Además, hay problemas de calendario: cualquier acuerdo que no se haya adoptado antes de junio influirá en el 'Brexit'. Y lo que menos necesitan Cameron, Corbyn y los partidarios de mantenerse en la Unión es que un 'Grexit' potencial les estalle en la cara, justo en el momento previo a su gran decisión.

Por tanto, o hay acuerdo próximamente, o entraremos de nuevo en tiempo de descuento, lo que nos llevará a julio. Y es justamente ese mes cuando deben amortizarse cerca de 4.000 millones de euros de deuda pública helena. Dada la estratégica situación geopolítica de Grecia, el problema de los refugiados y el necesario papel griego en su resolución, algún tipo de solución acabará alcanzándose.

Pero, por Dios, los gobernantes europeos deberían abandonar su adicción a la adrenalina y dejarnos vivir con menos sobresaltos. Lastimosamente, esta tensión no refleja la personalidad de nuestros dirigentes, o su incapacidad para encontrar remedio a situaciones complejas. Es la propia naturaleza de la Unión la que genera este estrés continuo. Que no finalizará hasta que converjamos a un modelo económico más homogéneo, es decir, inevitablemente más germánico. O, como de nuevo comienza a oírse abiertamente, hasta que el área del euro se rompa finalmente. ¡Vaya futuro nos aguarda!