Análisis

El nuevo dios del Barça

ERNEST FOLCH

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Definitivamente, un nuevo dios reina en el entorno azulgrana: el marcador. Acostumbrados a adorar al dios del estilo, a producir toneladas de literatura sobre la grandeza del modelo y a jurar colectivamente, incluso en campaña electoral, que no se renunciaría nunca, bajo ninguna circunstancia, al sello de identidad, el Barça de Luis Enrique adora, en contraste, a la verdad opuesta. Pero verdad al fin y al cabo, que no es otra que el resultado del final del partido.

El cambio de rumbo no ha sido casualidad y es fruto de un gran trabajo. Se han visto muy pocos equipos con semejante capacidad de sufrimiento, con tanta resistencia física y psíquica a la vez, como si en el campo hubiera de repente once Luis Enriques. Este nuevo Barça puede ser escandalosamente superado por su rival en la primera parte, como sucedió el sábado contra el Valencia, y en cambio, cuando parece grogui y a punto de desfallecer, es capaz de sacar fuerzas de flaqueza y, contra todos los pronósticos, acabar sobreviviendo. Cierto, sin Messi estaría probablemente al borde del abismo, pero nadie tiene derecho a negarle una encomiable fe en sí mismo que no tiene nada que envidiar a ningún equipo de los años de gloria.

Lo que sucede es que, llegados a la fase decisiva de la temporada, ha puesto encima de la mesa la única carta que ahora importa, que es el último resultado del último partido. Qué más da que alterne primeras partes asombrosas como la de Sevilla y bochornosas como la del sábado, porque lo que sucede entre el pitido inicial y el final cada vez importa menos si se gana.

El fútbol sin palabras

De repente no hay más crónica que el resultado, ni hay más épica que la estadística, eso sí, impresionante. Bienvenidos al fútbol sin palabras: se fue la epopeya, llega el pragmatismo. El juego ha dejado de explicarse y, desde el entrenador que verbaliza muy pocas cosas hasta el club que guarda un prudente silencio ideológico, todos siguen disciplinadamente la dirección que marca la nueva divinidad resultadista.

Nos hemos quedado sin verbo, a la espera de que los títulos permitan edificar una nueva literatura. Quizá será entonces, con un título en el bolsillo, cuando se admitirá por fin que la filosofía del club ha cambiado. Solo se sabrá cuál es el proyecto deportivo cuando se gane, un giro copernicano brutal respecto a los viejos tiempos.

La nueva lógica azulgrana se entiende por la situación de provisionalidad en la que se ha instalado el club. A las puertas de unas elecciones, la directiva fía su continuidad a un título grande y, a punto de entrar en la recta final, nadie se atreve a pronosticar siquiera si la próxima temporada seguirá Luis Enrique, necesitado como está de avalar su trabajo con resultados. Como pudimos comprobar el sábado, no son tiempos para la lírica, sino para adorar al nuevo dios de las victorias. Ya habrá tiempo para recuperar las palabras.