La rueda

Nueva polítca, viejos hábitos

JOSÉ A. SOROLLA

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Mientras los estandartes de la nueva política no abominen de la demagogia de la vieja política y no dejen de tratar a sus votantes como débiles mentales, la decepción con la política a secas no será superada ni el sistema será renovado. El penoso espectáculo de la guerrilla de posiciones -no llega ni a guerra- desatada tras el 20-D proporciona abundantes ejemplos de hábitos antiguos y de prácticas modernas.

Mariano Rajoy, «en horas veinticuatro», como decía Lope de Vega, pasó de las musas al teatro. Pasó de afirmar con toda convicción que, «evidentemente», iba a presentar su candidatura a la investidura a renunciar con igual convicción a aceptar el encargo del Rey. Pero lo que quizá no se ha destacado lo suficiente es que este movimiento táctico, calificado por los cínicos de hábil y audaz, lo justificó con idéntico argumento. Un día iba a presentar la candidatura «por respeto a los siete millones de votantes del PP» y al día siguiente renunció «por respeto a los siete millones de votantes del PP». Asombroso.

En el otro platillo de la balanza, Pablo Iglesias ha dado muestras sobradas de su arrogancia y de las dosis de demagogia que rellenan su discurso. Su oferta al PSOE de formar un Gobierno con él de vicepresidente y los cargos repartidos, antes de negociar ninguna política, es inenarrable, pero, además, cuando se le interroga sobre sus propuestas, responde que el electorado del PSOE no comparte las decisiones de su cúpula, se pregunta en ese tono mitinero que no abandona qué deben pensar los votantes socialistas en sus casas y remata con que a los dirigentes socialistas les debería dar vergüenza su actuación. Y no se le saca de ahí. Le pregunten lo que le pregunten, Iglesias suelta la matraca que ha decidido antes y que supuestamente le hará ganar votos socialistas. Pero lo que consigue es insultar la inteligencia de esos votantes más que convencerlos.