Nuestra hora de la verdad

ENRIC HERNÀNDEZ

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Ninguna campaña electoral es un puro trámite, y aún lo es menos la que ahora afrontamos. Las europeas de hace un año concedieron carta de naturaleza a fuerzas emergentes como Podemos, cuyo flujo y reflujo en las encuestas desaconseja cualquier pronóstico de futuro, y Ciudadanos, que más lentamente pero con paso firme avanza en el escenario mediático y demoscópico. Como termómetros sociológicos que son, los sondeos resultan útiles para detectar los síntomas de una enfermedad, pero no bastan para realizar diagnósticos concluyentes. El estado febril en el que aparentemente se halla la opinión pública española, contagiada por la crisis y la corrupción, precisa de pruebas más exhaustivas que algunas encuestas cocinadas al calor de los escándalos políticos y de las tertulias de todo a cien.

Llega, pues, la hora de la verdad. En estos 15 días la denominada 'vieja política' tiene la oportunidad de hacerse un tratamiento 'antiaging' o de exhibir sin complejos sus arrugas. Y la autoproclamada 'nueva política' se enfrenta el 24-M al reto de transformar el malestar ciudadano en legitimidad para gobernar y cambiar la realidad, no para cruzarse de brazos como si la cosa no fuera con ellos.

No son pequeños los riesgos que las elecciones autonómicas y municipales entrañan para Ciudadanos, Podemos y asociados: o dejarse en las urnas la vitola de partidos revelación, o perder su virginal pureza cuando les toque ocupar los escaños y tomar decisiones propias en lugar de criticar las ajenas. Pero tampoco son menores las amenazas que se ciernen sobre el PP PSOE, adocenados tras décadas de confortable alternancia: o acabarán privados de sus bastiones institucionales, u obligados a compartir poltronas con los antedichos advenedizos.

Electores responsables

Similar será el dilema para muchos electores: emitir un voto de castigo al bipartidismo, dejando la gobernabilidad local en manos inmaculadas pero aún inexpertas, o valorar a cada uno de los alcaldes, presidentes y aspirantes por lo que han hecho o prometen hacer, no por las siglas que coronan sus testas. Esa es nuestra gran responsabilidad, nuestra hora de la verdad.