Diez años del gran hundimiento económico

Nuestra gran crisis

La salida de la recesión comporta cada vez más diferencias que derivan en un desencanto social ahondado por una caída de valores y de liderazgo

Un empleado de Lehman Brothers, en la sede de Seúl, el 16 de septiembre del 2008, tras el crack.

Un empleado de Lehman Brothers, en la sede de Seúl, el 16 de septiembre del 2008, tras el crack. / jhk/PL

JOSÉ ANTONIO BUENO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Casi todos los economistas coinciden en que tras la Gran Depresión del 29 la Gran Recesión del 2007 es la crisis financiera más grave de la historia reciente, superando por sus efectos y duración a todas las crisis entre ellas: la del petróleo, la asiática, el 'efecto tequila', la burbuja de las 'puntocom'…, una crisis global cuyos efectos aún vivimos diez años después, aunque crezcamos por encima del 3%.

La Gran Depresión no se dio por superada hasta la segunda guerra mundial donde primero la construcción de material de guerra y luego los trabajos de reconstrucción de Europa relanzaron la economía norteamericana y luego la mundial, estabilizada por los tratados de Bretton Woods de 1944. En esta crisis los bancos centrales se han conjurado en suavizar los síntomas de la crisis dopando el sistema de liquidez y aunque lo peor parece haber pasado la economía, y la sociedad, actual distan de estar sanas.

Ya hace 10 años cuando tal día como hoy los bancos centrales de medio mundo se dieron cuenta que el dinero no fluía. Desde la primavera del 2007 se estaba instaurado la desconfianza entre los principales agentes financieros y poco a poco los bancos dejaron de prestarse entre sí. Dicen que estuvimos al borde del colapso del sistema financiero mundial y por eso los bancos centrales se pusieron a prestar como si no hubiese un mañana. Luego vinieron abruptas bajadas de tipos de interés y posteriormente las medidas heterodoxas, o sea imprimir dinero. De entonces a hoy todos los bancos centrales han multiplicado por tres, cuatro o cinco sus balances inundando de liquidez el sistema.

Pero lejos de correr, gran parte del dinero está estancado en grandes bolsas. Cierto es que ya no hay restricciones al crédito y que la economía real se mueve, pero no lo es menos que tanto dinero en manos de muy pocos puede darnos un susto más pronto que tarde. No parece sano que haya que pagar a los Estados por comprarles deuda ni que los empresarios estén siendo reemplazados por fondos que solo buscan la rentabilidad a corto plazo.

En estos diez años hemos vivido una crisis financiera, luego bancaria, luego de la economía real, luego de la deuda soberana… y todos estos episodios han ido generando más y más diferencias que derivan en un desencanto social en el que ahora estamos inmersos, ahondado por una crisis de valores y, también, de liderazgo.

Que los garantes de la seguridad en vuelo cobren 950 euros y, además, haya ahora un 30% menos que antes no deja de ser un síntoma de la sociedad 'low cost' en la que nos estamos convirtiendo. Consumimos más, sí, pero mucho 'made in Bangladesh' y mucha marca blanca. Creemos que vivimos en un Estado del bienestar pero aunque ahora ya hay tantos afiliados a la Seguridad Social como antes de la crisis no es suficiente para cubrir las pensiones no solo porque hay más pensionistas sino, sobre todo, porque la gran mayoría gana menos que antes. La mayoría de los síntomas de la crisis han remitido pero cronificar una enfermedad no es curarla. ¿existe una cura razonable para esta crisis?