Las redes sociales

El notición del año pasado

Los hay quienes se divierten contando cualquier memez, y millones que, al parecer, disfrutamos tragándonoslas

Twitter_Logo_

Twitter_Logo_

JULI CAPELLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De todas la noticias que he leído durante el 2016, la que me más me ha impactado ha sido una sucinta carta de un lector en 'El País' que rezaba así: «Ayer se me cayó un vaso de cristal y se rompió. Lo cuento aquí porque, como hay tanta gente que lo cuenta todo por Twitter y demás redes sociales, he pensado que también podría interesar a los lectores de este periódico». Y remataba de esta forma: «Hoy se me ha caído un vaso de cristal, y después he tenido que recogerlo». Fin. Lo firmaba un sevillano, Gonzalo Sánchez Marín. Y me ha venido a la mente la cantidad de porquería que me he zampado durante todo el año en Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin,.. A menudo noticias absurdas sin ningún sentido y banalidades. 

Las peores, las relativas a los actos cotidianos de presuntos famosos. Los hay quienes se divierten contando cualquier memez, y millones que, al parecer, disfrutamos tragándonoslas. Es como si muchos ya no viviésemos nuestras vidas, sino las ajenas, a las que prestamos más atención. Como en la perversa película 'La vida de los otros'. ¿Cuánto tiempo pasamos cada día enterándonos de asuntos que no nos incumben? Son horas que en realidad robamos a recibir verdaderas noticias, o simplemente a vivir nuestra vida. 

Pero el vicio del cotilleo es perverso, enseguida me he puesto a buscar a Gonzalo en las redes sociales. Quería saber más sobre él. Y finalmente he encontrado un perfil homónimo en Facebook, aunque curiosamente vacío. No hay retrato, tan solo una silueta estándar, no hay nada en el apartado de biografía o amigos. En la casilla de fotos pone: «No hay nada para mostrar». Estoy tentado de darle a 'Agregar a amigos' a ver si me acepta. Aunque sea para felicitarle por esta genial y a la vez absurda reflexión, que por cierto me llegó por WhatsApp. 

Pero para ello, bien pensado, tampoco hace falta que sepa qué cara tiene Gonzalo, ni dónde estudió, ni qué música escucha. Y mucho menos si de verdad se le ha roto o no un vaso. Y si finalmente se lo recogió su esposa o su madre, pues allá él.