Pulso independentista
Nos vemos en el Senado
Puigdemont debe ir a la Cámara Alta y ha de ser recibido como lo que es: la máxima autoridad ordinaria del Estado en Catalunya
Javier Aroca
Analista político
JAVIER AROCA
He recuperado de la hemeroteca una entrevista a Alfonso Guerra en el 2012 en la que afirmaba que no había soporte constitucional para suspender una autonomía –no era partidario– y que, en todo caso, ahí estaba el Código Penal. Hubo otros pronunciamientos semejantes. El 155 era un artículo ignoto, lejano a la política. Pero , ¿qué nos ha pasado para que emerjan una legión de conversos, incluido el propio Guerra? En mi opinión, ha fallado la política, los políticos, perezosos, han dejado de pensar. Han dejado el conflicto en manos de aficionados, hooligans, que han tomado la política y vuelto al revés la metáfora, convirtiendo la arena política en un partido de fútbol en su peor versión. Puestos a ello, mejor no haber recurrido a políticos de ocasión, falangistas ocultos, tertulianos, empresarios periodistas ahogados por sus crisis, mejor Galeano. Pero, no .
La liga se juega en no sé cuántas empresas huidas de Catalunya, no sé cuantos artículos favorables en la prensa europea, con un Dastis on fire y un languideciente servicio catalán exterior, y no sé cuántos asesores, consejeros, en nómina o fuera de ella, aconsejando a Puigdemont que convoque elecciones. Pero hay luz. Un buen hombre ha dicho al president que respete las instituciones, que vaya al Senado, que se explique, que en definitiva de eso se trata .
Acierto y desconcierto. Un gran número de dirigentes y dirigidos ha puesto el grito en el cielo. Ni yendo al Senado ni adelantando elecciones Puigdemont y los suyos tienen remedio. El 155 es el número del diablo, invocado, revocado y evocado por todos, olvidando que hasta los constituyentes, hasta Guerra, siempre –como la doctrina, aquí y en todo el orbe democrático– lo consideran en cualquiera de sus versiones ultima ratio es decir, lo último, agotado ya todo.
¿Otra oportunidad?
¿Pero se ha agotado todo? No, ¿por qué? ¿No podemos darnos otra oportunidad? En democracia, negociar, ceder, no es perder. Un demócrata inteligente, cediendo, negociando, hablando, siempre tiene algo que ganar. Pero quizá sueño un país distinto, democrático con historia, plurinacional y hasta futbolero, pero de Eduardo Galeano, no de políticos de barras bravas.
Puigdemont dice que quiere ir al Senado. Ojalá, ojalá le dejen, no sería una despedida, podría ser el inicio de la cordura. Pero tiene que ir y, a pesar de todos sus incumplimientos, hay que recibirle como lo que es: la máxima autoridad ordinaria del Estado en Catalunya, el president legítimo de los catalanes.
Y es curioso que ni PP ni PSOE, que son los que pueden, han querido reformar constitucionalmente el Senado para que sea una cámara territorial. Sé que Puigdemont ha sido esquivo pero también que la comisión general para las comunidades autónomas no se reúne desde hace 12 años, y ¿qué es eso de la conferencia de presidentes ausentes? Quizá ahora lo estamos echando de menos, aunque también en la cabeza de los que nunca quisieron un Estado compuesto anide la oportunidad de cargárselo. Dependerá, curioso, del 155. Y no, no de cómo lo aplique el PP, con el concurso del PSOE, sino de cómo salgamos de él.
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