Dos miradas

Nos matan

EMMA RIVEROLA

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Este año ya suma más de 40 mujeres víctimas de la violencia machista. Por ellas, por todas las que viven amenazadas, por las que aún son niñas y crecerán, decenas de miles de personas se manifestaron el sábado pasado en Madrid. Llegaron de todos los puntos del país. Hubo políticos, pero no fueron los protagonistas, ni tampoco estuvieron todos (en esto, la desconexión con España ya se ha materializado en los partidos independentistas), pero lo más importante es que hubo miles de mujeres y, también, miles de hombres.

Los agresores tienen nombre y apellidos, pero detrás de su gesto hay una violencia oculta que impregna a la sociedad. Una violencia que la mujer puede y debe combatir, pero que solo el firme rechazo de los hombres puede desterrar. Eso ocurrirá el día en que un muchacho diga a un amigo que mirar el móvil de su novia es asqueroso; el día en que un hombre replique a otro que humillar a su mujer en público es despreciable; el día en que nadie ría las bromas machistas o los comentarios condescendientes que nos tratan como a niñas o tontas o putas… O todo a la vez. La violencia nace débil, como todas las criaturas, el alimento lo encuentra en las calles, en los consejos de administración tan encorbatados, en los partidos políticos aún tan esquivos a compartir el poder real con sus mujeres. Desde el sábado, la lista negra ha anotado cinco crímenes machistas. Una tragedia y un fracaso para todos