Dos miradas

Noche inhóspita

La campana coloniza el silencio, domestica la noche inhóspita e ilumina el alma con el latido del badajo sobre la frialdad del bronce

JOSEP MARIA FONALLERAS

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En Girona hay una polémica ciudadana desatada por un asunto que algunos pueden considerar banal y que para otros es casi una cuestión de honor. Como ya ha ocurrido en otros pueblos del Empordà, las campanas nocturnas de una iglesia han dejado de tocar -entre la medianoche y las 6.30 horas de la madrugada- debido a las quejas, en este caso, de los propietarios de un hotel que a la vez reflejaban las de los usuarios del establecimiento, turistas que no podían dormir por culpa de la insistencia sonora de los cuartos y de las horas.

La magnitud de la tragedia se ensancha porque no hablamos de una iglesia cualquiera sino de la catedral, emblema y símbolo de la ciudad. La alcaldía ha aplicado la ordenanza municipal y el propio alcalde ha hablado de ruido al referirse a las campanas (un error inmenso), comparadas aquí con la molestia que puede ocasionar el tubo de escape de una moto. Por el contrario, los vecinos favorables a los toques -solemnes, imponentes, majestuosos y acogedores- han aportado el argumentario más contundente. Más allá de la tradición, el baluarte que impide que Girona se convierta en un parque temático dedicado al turismo que no quiere ruidos, han dicho que ellos, sin la compañía constante e imperturbable de las campanas, tampoco pueden dormir. Puede parecer una 'boutade', pero tienen razón. La campana coloniza el silencio, domestica la noche inhóspita e ilumina el alma con el latido del badajo sobre la frialdad del bronce.