No ensucien la palabra 'libertad'

ENRIC HERNÀNDEZ

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En nombre de la profesión periodística, es de justicia agradecer las sinceras e incontables muestras de solidaridad con el gremio expresadas tras el atentado yihadista contra el semanario 'Charlie Hebdo'. Todas, salvo las siguientes:

Marine Le Pen. La presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN) no solo ha aprovechado la matanza para alimentar la islamofobia («hay que liberar la palabra frente al fundamentalismo islámico»), sino que se ha tomado la licencia de hacerlo en nombre de «la libertad de prensa». Quizá haya olvidado las palabras con las que su mano derecha, Phillipe Martel, obsequió a los «capullos periodistas institucionales»: «Vamos a pasaros por encima (...) Nuestro plan mediático consiste en atacaros a muerte. Si la prensa nos es desfavorable, ¿por qué seguir colaborando con ella?»

Binyamin Netanyahu. Denuncia con razón el primer ministro israelí que el terrorismo persigue «destruir la cultura de la libertad». Pero olvida que la libre circulación de información también se pone en peligro cuando las embajadas de Israel intimidan a los corresponsales de guerra o presionan a sus medios para silenciar las noticias sobre las víctimas inocentes en Gaza, según han denunciado Reporteros sin Fronteras y otras asociaciones de prensa.

Barack Obama. El atentado contra el semanario satírico atestigua, como bien ha señalado el líder de EEUU, que los terroristas «temen la libertad de expresión y la libertad de prensa». Tanto o más, por cierto, que los tres militares que, al disparar contra un hotel de Bagdad a sabiendas de que alojaba a la prensa, asesinaron a dos periodistas: el ucraniano Taras Protsyuk y el español José Couso. Identificados y procesados por la justicia española, los autores de este atentado contra la libertad de expresión siguen libres en EEUU, a cobijo de Obama.

Aún mencionaríamos, de tener espacio, a cuantos gobernantes rehúyen por sistema el escrutinio de la prensa. A aquellos que corrompen con prebendas a los medios afines y asfixian a los hostiles. A los que blanquean sus inmundicias imponiendo mordazas legales a la información libre y veraz.

A todos ellos les pediríamos solo una cosa: al menos, aparten sus sucias manos de la palabra 'libertad'.