No confundamos el enemigo

RAFAEL VILASANJUAN

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Serán musulmanes, sí; pero terroristas. Esa es la única certeza detrás de la masacre. La diferencia entre una identidad y otra es injusta y abismal. Como los judíos, los católicos o los ateos, los musulmanes responden a múltiples identidades. Los terroristas, en cambio, solo se reconocen en una: el crimen.

Cierto, no es lo mismo un francotirador capaz de acribillar a una veintena de niños en una escuela de EEUU que un yihadista poseído por una verdad revelada tan bárbara y maniquea como anacrónica. En esencia ambos se recrean en el crimen, pero el primero es un lobo solitario, mientras que la yihad se expande e infecta a la velocidad del ébola. Esa es la diferencia y el horror que está detrás del último atentado.

No es un terrorismo ciego, ni siquiera imprevisible. Las muertes de Charlie Hebdo estaban anunciadas y eso es lo que nos debe poner en alerta. En una República envidiable por la separación entre Estado y religión, el esfuerzo para mantener estos valores frente a miles de jóvenes musulmanes que sufren las consecuencias de un mercado que les excluye y una sociedad que les margina, no es fácil. Pero no son horas difíciles solo para Francia, lo son para toda Europa.

Estamos en peligro. En el descontento y marginación la yihad recluta sus futuros monstruos en occidente. ¿Qué hay detrás? Podemos poner todo lo que queramos: Afganistán, la invasión de Irak, Palestina, Guantánamo, Al Qaeda, lo que haga falta. Que nadie dude que nos hemos manchado las manos construyendo un avispero con errores graves. El islam radical ha sabido convertir cada uno de estos episodios en una nueva victoria, en un enfrentamiento directo cada vez mas evidente.

MUNDO BINARIO

El problema es que no hay soluciones fáciles. El mundo global no es binario, por eso conviene empezar a diferenciar criterios y hablar claro. Desde hace más de una década estamos obsesionados con el islam. Crece la islamofobia, como está ocurriendo en Alemania de manera enérgica y en otras tantas sociedades europeas de forma más sutil. Es precisamente la trampa a la que nos quieren llevar estos atentados.

Frenar la amenaza radical con nuestra propia intolerancia no es el camino. Al contrario, solo generará mas odio. La amenaza actual solo remitirá revirtiendo la tendencia de inequidad e injusticia social.

Vamos a tener que inventar una sociedad que no convierta los valores democráticos que tanto esfuerzo han costado en un arma arrojadiza para todos aquellos que están marginados y que no los perciben como un derecho, ni los defienden como una obligación.

Pero no confundamos el enemigo. Nuestra guerra es únicamente contra los que utilizan la violencia y el terror. La batalla no acaba con la captura o la muerte de los terroristas. Desde el Estado Islámico a sus cachorros de Occidente hay que frenar con todo los medios posibles el movimiento genocida que ha usurpado el legado de Mahoma y lo utiliza para mantener rehenes a seguidores y asesinar a quienes no comulguen con su manera atroz de entender el paraíso. Ese es el enemigo.