Niños de la guerra

En Siria, algunos pequeños han vivido toda su existencia con la destrucción y la muerte

Un soldado ruso atiende a unos niños sirios en Aleppo, Siria.

Un soldado ruso atiende a unos niños sirios en Aleppo, Siria. / periodico

CARLES SANS

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Todos conocemos la importancia que representa para un niño los primeros años de crecimiento y desarrollo. La personalidad que tendrá en un futuro dependerá de aquello que haya visto y aprendido. Una deficiente educación, la ausencia de valores y de interés formativo por parte de los padres, la desestructuración familiar y la escasez de afecto, son muestras de una infancia anómala que provocan futuras frustraciones y muchos traumas. No pocas personas descubren, a través de la ayuda de profesionales, esos aspectos negativos experimentados en la infancia que les han marcado de por vida.

Eso viene a cuento con motivo de un artículo publicado por Javier Triana el pasado día 8 en este diario, con el título: Infancia Atormentada, en el que se hablaba de los efectos de la guerra de Siria sobre la salud mental de los niños. La crónica me impresionó y me dejó tocado por la gravedad de la situación de unos niños que desde su nacimiento no han vivido otra cosa que la destrucción y la muerte. Así resulta que su conducta es autodestructiva, violenta e incluso suicida. ¿Cómo serán si llegan a adultos algún día? En uno de sus informes Save of Children alerta de que “aquellos niños están psicológicamente aplastados y agotados”.

A mí me ocasiona gran vergüenza ver que esto sigue así, y que no para, que la guerra continúa y que nadie es capaz de poder o querer encontrar una solución. Es una desgracia para el futuro de esos niños y para el futuro de una Siria que tardará muchos años en reconocerse a sí misma. Y nosotros, entre tanto, ¿qué podemos hacer? Ya no por el futuro de esos niños que padecen “estrés tóxico”, sino por su presente. Niños que sobreviven en zonas de guerra o en campos de refugiados sin recibir educación alguna.

Pienso en mis padres, en las carencias que arrastraron a lo largo de sus vidas tras vivir en su infancia la terrible experiencia de la guerra civil. Ellos sobrevivieron, se hicieron mayores, crearon una familia y prosperaron; pero con la desgracia de que no fueron nunca niños de verdad. Qué lástima.