LA CAVERNA AZULGRANA

El niño

"Una vez más, la capacidad oratoria de Rosell y ese talento suyo para el absurdo han vuelto a sonrojarnos"

Sandro Rosell, durante la asamblea general del club, el pasado 5 de octubre.

Sandro Rosell, durante la asamblea general del club, el pasado 5 de octubre. / periodico

ALBERT MARTÍN VIDAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace ya una década, allá por otoño de 2003, Sandro Rosell, flamante número dos de la directiva, sorprendía a sus compañeros irrumpiendo en la junta mientras agitaba en su mano un DIN A4 escrito a máquina:

--Hem de fer això! M’ho ha dit el meu pare!

Algunos de aquellos directivos recuerdan aún la escena con indisimulado asombro, no poca satisfacción y sonora profusión de carcajadas. Ese instante define bien a Alexandre Rosell, hoy mandamás de la principal fábrica de sueños del mundo del fútbol. Mucho se ha escrito, y bien, y con la necesaria rabia --¡bienaventurados los socios con hijos pequeños, de ellos es la testosterona!-- sobre la ocurrencia neonuñista de hacer pagar a los niños menores de siete años por ir al Qatar Stadium.

En este agujero nos lo hemos mirado con distancia. Alejar así a los niños produce, una vez más, lástima del club. ¿A quién pertenece Messi, sino a ellos? ¿A los ancianos burgueses de tribuna? ¿A sus habanos? No, Messi pertenece a los niños. Muchos de los que hoy disfrutamos el fútbol embarrados en el insulto y la demencia guardamos como oro en paño ese primer día en que pisamos El Templo cargados de inocencia y en que, contra todo pronóstico, sobrevivimos.

Sin embargo, este nuevo y garrafal error nos ha producido la fascinación e incredulidad de quien ve un terrible accidente desarrollarse a cámara lenta ante sus ojos incapaz de alzar la voz. Una vez más ha quedado comprobado que la verdadera cabeza pensante del multitudinario departamento de comunicación del Barça es en realidad Alfons Godall. Una vez más, la capacidad oratoria de Rosell y ese talento suyo para el absurdo han vuelto a sonrojarnos.

En este foro tenemos la íntima convicción de que Rosell rectificará pronto, porque es un señor sin grandes principios, rehén de las encuestas, sin cuajo político ni aguante para la crítica. A estas alturas, tenemos claro que Rosell era un niño que aparecía por casa blandiendo un papelito del colegio con un “Molt bé” escrito en rojo y la esperanza de que su proeza le reportara una visita al campo para ver jugar a Cruyff aquel mismo domingo.

A estas alturas ya sabemos dónde estará el único menor de siete años que entrará gratis al estadio para dar la bienvenida a La Banda: exactamente en el mejor asiento del palco presidencial.