Dos miradas

Nido de nazis

EMMA RIVEROLA

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En medio de la selva, en un lugar inaccesible para quien no supiera que ese era su destino, un grupo de arqueólogos argentinos está investigando lo que pudo ser un refugio de jerarcas nazis huidos. Una construcción que nada tiene que ver con la arquitectura de la zona. Muros de tres metros de grosor, un fragmento de plato fabricado en Alemania, monedas con el águila imperial y el símbolo nazi… Los restos de unas ruinas que esperaban recibir a los hombres que habían traicionado y renunciado a la humanidad. Un refugio para los locos que lograron desvariar el mundo. Los asesinos de tantos. Los ejecutores de la compasión. Según Daniel Schávelzon, el director de la operación, se trata de «un edificio que está donde no debería estar, construido de una manera que no debería estar construido». El símbolo de una ideología perversa que tampoco debería haber existido nunca.

Resulta inquietante imaginar a los hombres que trazaron la conquista del mundo refugiados tras esos muros, agazapados en un minúsculo enclave alejado de todas las miradas. ¿Habrían llegado a ser conscientes de todo el dolor causado? ¿Se habrían devorado entre ellos, incapaces de vivir sin sembrar la muerte a su alrededor? La última ofensa para sus millones de víctimas es que nunca necesitaron refugiarse en la selva. Los nazis que huyeron se percataron de que podían vivir en muchas ciudades, sin esconderse… Demasiados lo consiguieron.