EL CULEBRÓN DEL VERANO

Neymar nos convierte en cornudos

Los tipos como él a nosotros nos duran poco. Recuerden a Ronaldo, el bueno, y a Maradona

Neymar celebra el gol al Manchester United en Washington.

Neymar celebra el gol al Manchester United en Washington. / periodico

Antonio Bigatá

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En cualquier momento nos lo dirán. Todo lo que va trascendiendo nos va preparando para la noticia. En este momento ya somos unos cornudos que nos resistimos a mirarnos en el espejo porque preferimos intuirlo, medio saberlo, que ver al desnudo las astas vikingas que nos están poniendo. El desenlace es que o se va, simplemente, o se queda porque al final el montaje de arquitectura financiera no acaba de ligarse, o porque el PSG en el último momento no logra atar alguna de las promesas que ha hecho.

¿Arriesgo mucho con mi pesimismo? Creo que no, y además me parece más sano que el optimismo -ahora sabemos que irracional y temerario- de Piqué. Y si resultase que Neymar continúa con nosotros una temporada más el alegrón compensaría sobradamente el error en el pronóstico. 

Los mercenarios digeribles

Tengo muy clara una cosa: Messi y Neymar se plantearon seriamente irse al ver que en el tercer año de Luis Enrique no iban a ganar nada importante y al temer que eso fuese el indicio del inicio del declive. Son dos futbolistas  que además de jugar por dinero, por mucho dinero, necesitan para encontrarse bien la gasolina de los títulos y la gloria personal y colectiva, y el Barça este último curso les ha fallado. Pero Messi y Neymar no son iguales. El argentino además de ser el mejor jugador del mundo es del Barça y está en el Barça, mientras el brasileño es un mercenario sin colores propios que en estos últimos tres años ha pasado por el Barça. No, no es lo mismo. Y aunque nos tragaríamos sin rechistar el moco, incluso sería un problema psicológico que al final Neymar se quedase porque los mercenarios son más soportables y digeribles cuando no han demostrado sin ambigüedad que lo son, como hace él ahora.

Confieso que preferiría que se quedase. Que aunque fuese a título de príncipe cautivo continuase deleitando nuestros ojos y mantuviese la ficción de que es nuestro

Aun así,  confieso que preferiría que se quedase. Que aunque fuese a título de príncipe cautivo continuase deleitando nuestros ojos y mantuviese la ficción de que es nuestro, aunque su alma no nos pertenezca. Pero hay antecedentes: los tipos como Neymar a nosotros nos duran poco. Recuerden dos casos anteriores, el del Ronaldo bueno y el de Maradona. Durar de verdad, aquí nos han durado los astros que proceden de la cantera, Kubala y Cruyff. En el caso de Neymar hemos tenido además toda la conspiración blanca / rojigualda para que no estuviese cómodo en Barcelona, para que no arraigase, para que se sintiese poco protegido ante la ofensiva judicial y también la deportiva-arbitral. Y asimismo ha jugado en contra el carácter ligero del jugador, más niño que hombre en la mayoría de sus atributos mentales.

Un año desperdiciado

Insisto, creo que en cualquier momento nos darán la mala noticia. No habrá servido para nada que en este inicio de la preparación veraniega  sus compañeros, empezando por Messi , y Valverde, le hiciesen el guiño de que esta temporada podría ser –por una nueva posición suya sobre el campo, por un contacto más estrecho con las situaciones de gol– el de su explosión mundial como crack barcelonista casi a la misma altura que el argentino. Con éste situado en el campo un poco más atrás para lanzarle mejor. Me gustaría equivocarme porque toda una temporada con ese nuevo planteamiento podría ser supertriunfal para el equipo. Cada vez está más claro que el Barça ha desperdiciado miserablemente el último año de Luis Enrique.