Turandot, en el lago

'Nessun dorma', que nadie duerma, canta el príncipe Calaf, seguro de su victoria sobre la cruel princesa Turandot. Difícilmente, los 7.000 espectadores que asisten a las representaciones de la ópera de Giaccomo Puccini desde las graderías del teatro al aire libre del Festival de Bregenz (Austria) van a dormirse. Este es un festival muy popular que tiene como particularidad un monumental escenario sobre el lago de Constanza (Bodensee, para suizos y alemanes) en el que por dos veranos consecutivos se representa una misma ópera. Este es el segundo y último año de una 'Turandot' que dirige musicalmente Paolo Carignani y escénicamente Marco Arturo Marelli, en una versión reducida a dos horas sin pausa.

La ópera sobre el lago no es para paladares operísticos delicados y no lo es porque no haya calidad artística. Para que la orquesta y la voz lleguen a los espectadores se necesita un enorme y sofisticado despliegue técnico que rompe la naturalidad de la representación en un teatro. Sin embargo, si lo que se busca es gran espectáculo, Bregenz lo ofrece y en abundancia.

Para empezar, el lugar con el gran lago que es un bellísimo escenario natural. Luego está la hora de la representación, cuando el sol va poniéndose. Y luego la música aunque tenga que pasar por intermediarios técnicos.

'Turandot', con toda la grandielocuencia visual que destila la obra de Puccini, es una de las óperas que mejor se adaptan a la enormidad del escenario de Bregenz. Marelli crea dos mundos, el grandioso de la China milenaria y pucciniana en el que domina una enorme muralla de 72 metros de largo y 27 en su punto más elevado con sus torres de vigilancia, y un grupo de 144 guerreros como los célebres de terracota.

Y un segundo mundo mucho más pequeño que representa la habitación del compositor con una cama de hospital y un piano donde compone la que sería su última ópera y que no acabaría (Puccini murió a consecuencia de un tratamiento para un cáncer de garganta). En la puesta en escena de Marelli, el príncipe Calaf y el propio compositor se confunden en una metáfora y es desde esta habitación donde Calaf/Puccini canta el célebre 'Nessun dorma'.

Como es de rigor en Bregenz, hay numerosos figurantes y acróbatas que llenan el escenario con su movimiento. El agua también es utlizada para la escenografía. Turandot aparece en una barca y unos altísimos surtidores se suman a la apotesosis final. Sin embargo, la propuesta de Marelli es, peso a la exuberancia, muy comedida. El escenario ha sido testigo de puestas en escena mucho más espectaculares, como en el caso de 'Andrea Chènier' (2011-2012) o 'La flauta mágica' (2013-2014), en una de cuyas representaciones la Reina de la Noche tuvo la mala suerte de caer al agua. 

La ópera se representa diariamente durante un mes con tres repartos. El día de la inauguración el tenor Rafael Rojas era Calaf, mientras que la princesa de hielo, es decir, Turandot, la interpretaba Mlada Khudoley. Manuel von Senden era el emperador; Mika Kares, el rey Timur y padre de Calaf, y Gunaqun Yu interpretaba el papel de Liu.

Carignani dirige a la Orquesta Sinfónica de Viena y al Coro de la Filarmónica de Praga que tocan y cantan desde el escenario del auditorio interior. En este auditorio se desarrolla la parte menos espectacular del festival, con los conciertos de música sinfónica y este año, con la recuperación de la ópera 'Hamlet', de Franco Faccio, contemporáneo de Giuseppe Verdi.

Para los próximos dos años está programada 'Carmen', un título que ya se representó en el escenario del lago en los años 1991 y 1992. El próximo mes de noviembre empezará la construcción de los decorados para la ópera de Bizet, en una puesta en escena de Kasper Holten que dirigirá musicalmente Carignani. Y para el 2019 ya se ha anunciado una nueva producción de 'Rigoletto'.