Peccata minuta

Un negroni

JOAN OLLÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Probablemente, el secreto mejor guardado del planeta -existencia o no de Dios aparte- sea la fórmula de la Coca-Cola, jarabe de burbujas nacido de la imaginación del farmacéutico John Pemberton el 8 de mayo del 1886 en la ciudad de Atlanta, con la buena intención de aligerar las disfunciones digestivas. Nada mejor que una coca -ya en lata o botella pero nunca de surtidor: no es sifón- para acompañar el bocata mañanero.

El aperitivo es ya un rito casi caduco, salvo el de los domingos, también llamado vermut, donde este preside berberechos, patatas fritas, aceitunas y lectura de periódicos. Luego, ya en la mesa, el camarero nos propondrá si tomaremos algo antes de comer -«¿una cañita?»- o si pasamos directamente al vino. Y este es el momento de pedir un negroni. Si el hombre pone cara de tragasables, solo habrá que ordenarle que mezcle tres partes iguales de Campari, vermut rojo y ginebra -muy fríos- en un vaso 'old fashioned' y añada un recorte de naranja. Más fácil imposible.

Debo el descubrimiento de este elemental pero perfecto elixir a mi amigo Tobia Ercolino. Mi padre había decidido irse de vacaciones al otro mundo un primero de agosto, y, a los pocos días, ya en Sicilia y viéndome abatido, Tobia, con voluntad apotecaria y emulando a Pemberton, me recetó una toma del específico. De eso hace ya, como de todo, veintitantos años, y siempre que vuelvo al negroni, regreso a aquel claro y enlutado mediodía de verano.

UN ROJO ELEGANTE

Ustedes me preguntarán, si aún no las conocen, cuáles son las altas virtudes de tan celebrado bevedizo. La primera, sin duda, su elegantísimo nombre, pariente próximo de los Negresco, Kursaal, Excelsior, Maryland, Dorés y otros cines y cafés de otras épocas que ya solo perviven en la nostalgia de las novelas de Patrick Modiano.

La segunda, su color: rojo intenso de lápiz de labios o esmalte de uñas, ligeramente decolorados por la fuerza corrosiva y perfumada de la ginebra, observado a través de los cristales de aumento del hielo. Del sabor, de sus sabores, por inefables, no sabría decirles nada, pero sí que sabe a canción 'vintage' de Pink Martini. O Cinzano, por no hacer publicidad.

Mi amigo Jaume Subirós, la alma máter del hotel Empordà y gran amante del negroni, me contó que, una vez, Maur Esteva, abad de Poblet, fue a visitar a Josep Pla a su 'mas', y este, a media mañana, le preguntó si quería tomar algo. «Un gotet d'aigua», respondió el comedido sacerdote. «¡No home, no, mossèn -respondió el escritor-; ara vos i jo ens prendrem un negroni!» Cuando Pla le preguntó qué le había parecido la cosa y el cura había dicho que estupenda, el de la boina le espetó: «¡Doncs no s'hi acostumi!». Para no morir de un exceso de felicidad.