Necesitamos una recuperación sostenible y que llegue a todo el mundo

CARLES CAMPUZANO

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Es innegable, la recuperación económica es una realidad; los indicadores claves (crecimiento del PIB, creación de nuevos puestos de trabajo, reducción del paro,...) son claramente positivos desde hace ya varios meses. Pero ciertamente, los problemas de fondo de nuestro mercado y que, en parte, explican el camino que nos condujo a la Gran Recesión están allí, amenazadoramente pendientes de resolverse.

Podemos apuntar algunos, sin ánimo de ser exhaustivos, en los que deberíamos centrar nuestra atención y preocupación.

El paro de larga duración (un parado de larga duración es el que lleva más de un año sin trabajo) tiende a crecer, especialmente entre los trabajadores de más de 45 años y con niveles de formación bajos. Paro de larga duración y bajo nivel formativo van ligados. Estamos hablando de un 14,6 de paro de larga duración en el conjunto del Estado, que es más del doble que la media de la Unión Europea. Y debemos recordar que la tasa de desempleo de aquellos que sólo tienen estudios primarios (38,07%) es 2,7 veces superior a la tasa de desempleo de aquellos que tienen estudios superiores (14,29). Y que un 54% de las personas paradas tienen una educación inferior a la secundaria. En el caso de las personas que llevan dos años sin trabajo, el 60% no han terminado la educación secundaria y casi el 70% de las personas paradas que sólo tienen la educación primaria llevan más de año sin trabajo. Y más allá de estas cifras, habría que añadir la obsolescencia profesional de muchos de estos parados, el hecho de que aquellos sectores o empresas en los trabajaron o ya no existen o no ocuparan tanta gente como antes...

Es muy obvio que se necesita un plan de choque para reactivar a todas estas personas, que combine formación, reciclaje profesional, orientación y creación de empleo. Hay que actuar de manera contundente y urgente para cambiar este drama que afecta a cientos de miles de familias, que tiene colosales consecuencias para el conjunto de la sociedad a medio plazo, con el correspondiente incremento de la pobreza infantil y el aumento de las desigualdades. Sin medidas excepcionales, el crecimiento económico por sí mismo no dará trabajo a todos estos parados. Incluso, depende de cómo, nos podemos empezar a encontrar, de forma masiva, con la combinación de un alto desempleo de larga duración ya la vez con demandas de trabajadores no satisfechas por falta de gente preparada para determinadas actividades. El reto es inmenso y la fallida reforma del sistema de formación para el empleo, la pendiente modernización de los servicios públicos de empleo y el débil modelo de cooperación público-privado, son unos muy mal síntomas de cómo el Gobierno se toma en serio esta cuestión.

- Como apunta muy bien el Catedrático de Economía, Josep Oliver, estamos de nuevo perdiendo empuje en el crecimiento de la productividad por ocupado; el PIB crece el 1,6% pero el empleo un 2,6%... que indica que estamos creando empleo de bajo valor añadido por ocupado y que, por tanto, el patrón de crecimiento que se desarrolló desde mediados de los 90 hasta la caída de Lehman Brothers puede estar reproduciéndose. Y todo ello sin olvidar que nuestra productividad está lejos aún de los países más avanzados y con los que tenemos que competir en bienes y servicios si queremos financiar un Estado del Bienestar avanzado y sólido.

Desde este punto de vista las inversiones en las personas, el capital humano de las empresas, la innovación y los esfuerzos en investigación y búsqueda son claves.

- La devaluación salarial fue inevitable durante los años de la crisis; sin política monetaria una economía como la española no tenía muchas alternativas si quería recuperar la competitividad de sus productos. Un criterio compartido, por cierto, por economistas de izquierdas como Paul Krugman. Pero hoy, los ajustes salariales ya no pueden ser la respuesta si queremos un crecimiento robusto, sostenible y equitativo. Y es que como apuntan los economistas de FEDEA, los bajos salarios castigan a los nuevos trabajadores contratados, con caídas en cinco años de los sueldos de alrededor del 15% y los salarios más bajos han sido proporcionalmente más rebajados que los salarios más altos durante estos años, con el correspondiente incremento de las desigualdades, la irrupción del fenómeno de los "trabajadores pobres" (casi el 16% de la población vive en hogares donde los adultos trabajan menos del 20% de su potencial) extienden la percepción social que los costes de la crisis se han repartido de manera injusta.

El crecimiento salarial, sin duda, debe ser moderado y debe estar vinculado a la productividad, garantizando el poder adquisitivo de los trabajadores. En este sentido, el rol de los interlocutores sociales es fundamental vía la negociación colectiva y el modelo productivo determinante. Buenos empleos con buenos salarios acordados por empresarios y trabajadores son la clave del progreso, el bienestar y la igualdad de los ciudadanos de una sociedad avanzada, pero un sistema de garantía de ingresos mínimos, más allá de la renta mínima de inserción tocará también plantearse.

- El peso de la contratación temporal en el mercado de trabajo sigue siendo una anomalía en el contexto europeo. Es muy cierto, que fue durante la década de los 90 que se alcanzaron tasas récord de temporalidad, con más de un 35% de trabajadores con contratos de duración limitada y que hoy las cifras de temporalidad (24%) están a niveles inferiores a los existentes antes de la crisis. Y también es cierto que el peso de sectores como el turismo pueden explicar esta realidad, pero la verdad es que la dualidad del mercado de trabajo castiga especialmente a los más jóvenes, se alarga durante demasiado tiempo, impide invertir en la formación de las personas y tiene consecuencias en el ámbito social, como por ejemplo las bajas tasas de fecundidad de las mujeres jóvenes.

El tratamiento de la temporalidad como patología del mercado del trabajo no ha acabado de funcionar, a pesar de enfoques diversos durante todos estos años (limitación del encadenamiento de los contratos, encarecimiento de los costes de despido de los temporales y abaratamiento de los costes de despido de los fijas, clarificación de las causas objetivas de despido, subvenciones para la conversión de temporales a fijos ...) y no parece que la vía del control y la sanción pueda resolver el mal uso de la temporalidad; toca afrontar cambios estructurales en la regulación de las indemnizaciones por despido, que es una de las claves de los abusos que se ocasionen.

Desde este punto el modelo austriaco e italiano, con la creación de un fondo, o "mochila", para financiar los despidos es una respuesta adecuada e inteligente que deberíamos ser capaces de incorporar al marco legal existente para acabar con la dualidad del mercado de trabajo.

La economía seguramente funciona mejor pero sin afrontar las cuestiones del paro de larga duración, los problemas formativos de los parados, el incremento de la productividad del tejido empresarial y la enfermedad de la dualidad del mercado de trabajo, no podemos hablar de una recuperación sostenible y que llegue a todos. Las ideas están ahí, los ejemplos exitosos de nuestro entorno también. Toca ponerse.

Post publicado en el blog de Carles Campuzano.