Peccata minuta
Naufragio en alta mar
Suerte que con los nuevos mesías dos punto cero todo irá como una seda, 'segur que tomba, tomba, tomba' y el pueblo unido jamás será vencido
A pesar de que en estos pagos lo importante -por decir algo- es la Navidad, quien más quien menos se apaña para escuchar Les dotze van tocant en compañía, sea esta de amigos, familia o incluso familia amiga. En casa ya llevamos un montón de nochebuenas compartiéndolas con Agata, Jordi y el encantador y espabiladísimo Martí, hijo de ambos, de 7 años, edad con la que relacionamos el acceso al uso de la razón. Y al filo de la medianoche, justo antes de irse a la cama, Martí demostró con una adivinanza que la alta filosofía puede convivir razonablemente con la inocente niñez.
La adivinanza dice así: «Imagínate que estás en un barco a medio hundir, en medio de una descomunal tempestad, rodeado de cientos, de miles de tiburones hambrientos. ¿Qué harías para salvarte?». Como todo el mundo sabe es tan difícil adivinar una adivinanza -si no la sabes antes de que te la propongan y disimulas saberla- como perder una aguja imperdible. Las teorías peregrinas fueron varias: «Si tantos tiburones hay, empezar a correr sobre sus lomos, como piedras de río, hasta la costa». «¡Nooooo!». O: «Si tanto hambre tienen es que están muertos de hambre y los tiburones muertos no muerden». «¡Nooooo!». Cuando todos nos rendimos definitivamente, Martí nos ofreció la solución, que intentaré aplicar el resto de mis malos días y noches buenas: «Recordad que he empezado diciendo que imagináseis esta escena horrible; dejando de imaginarla ya nada nos amenaza». ¡Joder con el chavalín!
Hemos vivido décadas enamorados del verbo imaginar: lo consagramos en las barricadas burguesas del mayo parisino del 68, exigiendo que la imaginación llegase al poder, y, aún insatisfechos, adoptamos como himno tonto mundial el Imagine de ImagineJohn Lennon. Nadie más imaginativo que el poder por su innata capacidad de transformar en realidad todas sus letales fantasías. ¿Es mucho mejor la realidad que viven muchos de nuestros coetáneos que la pesadilla del naufragio y los tiburones a la luz de una luna sangrienta? El cantante Raimon lo dejó dicho en aquel mayo: «Diguem no. Nosaltres no som d'eixe món». Y también Peter Handke sentenció que lo que dan por televisión no existe. Pero las grandes audiencias se acumulan ante las emisiones más deleznables de la misma manera que los partidos más sucios acumulan a muchas de sus más que humildes víctimas en mítines y urnas. Igual es que nos flipan los tiburones. Suerte que con los nuevos mesías dos punto cero todo irá como una seda, segur que tomba, tomba, tomba y el pueblo unido jamás será vencido. ¿Unir a los pueblos en uno cuando el gran tesoro son sus discordancias? Igual sí que Podemos, pero sería mucho más interesante, antes de empezar a imaginar, saber qué queremos y qué no. Un besito, Martí.
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