Peccata minuta

Nariz de Pinocho

Las redes sociales se han erigido definitivamente en portavoces de verdades absolutas no sometidas a ningún contraste ni verificación

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JOAN OLLÉ

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Hubo una época en la que los paseantes se paraban en los corrillos de los trileros, e incluso algunos, amparados en su agudeza visual, apostaban, convencidos de que la bolita estaba en el cubilete del centro. Y siempre perdían. No había trampa alguna; solo destreza. La gente dejó de jugar y perder. Vaya desde aquí mi aplauso a esos hábiles magos de calle.

El 11 de marzo del 2004, pocas horas después del terrible atentado de la estación de Atocha, toda España y el mundo entero se pusieron a dudar si la bolita estaba en el cubilete de ETA o en el del terrorismo islámico. A eso de la una del mediodía el presidente Aznar se puso a llamar por teléfono a los directores de los principales diarios españoles: «Tenemos la seguridad de que ha sido ETA». Convencidos de la palabra de la màxima autoridad y ante la apremiante cuenta atrás que llevaba a las elecciones generales del 14-M, muchos diarios decidieron sacar en portada la información oficial, la enorme y frágil mentira, ya que pocas horas más tarde dicha teoría se pudriría por sí misma.

Quizá aquel día nació en nuestro país la 'preposverdad', pero también nació el uso del teléfono móvil (¡Pásalo!) y las redes sociales como herramientas alternativas a la mansedumbre de algunos grandes medios. Fue por aquel entonces cuando en el programa La República que dirigia y presentaba Joan Barril en COM-Ràdio, empezamos a poner como música de fondo de los informativos la canción 'Mentira', de Manu Chao.

NI CONTRASTE NI VERIFICACIÓN 

Los tiempos están cambiando, como dejó escrito el de la armónica, y ahora resulta que, ante la creciente desconfianza hacia los viejos medios de comunicación, las citadas redes se han erigido definitivamente en portavoces de verdades absolutas no sometidas a ningún contraste ni verificación: una información vale tanto como su contraria. Prestigiosos analistas aseguran que en la campaña de Donald Trump el 70% de las palabras pronunciadas por el candidato vencedor eran pura e intencionada mentira, como mentira fue que el PSOE jamás pactaría con el PP -los fieles a su palabra han sido multados con 600 del ala-, mentira es que la pequeña Nadia visitase clínicas americanas y a mentira suena la flamante 'operación diálogo'.

Los debates preelectorales son la gran fiesta de la mentira, ya que un candidato suelta unas cifras, el otro las desmiente y un tercero muestra unos gráficos que no se corresponden con las del cuarto. Y nosotros, delante de la tele, con un palmo de narices. ¿La solución? Que, como hace Ana Pastor en su programa 'El Objetivo', un equipo de expertos verifique cuantas veces ha faltado a la verdad cada hablante y sea expuesto en la plaza pública con nariz de Pinocho y orejas de burro.