Análisis

Nadie conoce a nadie

No es imaginable que el PSOE pueda cerrar la herida en cuatro semanas

Pedro Sánchez vota este domingo en su agrupación del PSOE, en Pozuelo de Alarcón (Madrid).

Pedro Sánchez vota este domingo en su agrupación del PSOE, en Pozuelo de Alarcón (Madrid). / periodico

JOSÉ LUIS SASTRE

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Existía la costumbre en el PSOE de que el partido se incendiara en las vísperas de cada comité federal, y que los barones aparecieran en las crónicas convertidos en fuentes anónimas para soltar bajo mano lo que no se atrevían a criticarle en público a su líder. Ocurría que cuanto más enconado se avecinaba el debate, más tranquila resultaba al final la reunión. «Los barones siempre dicen que harán la revolución y luego no se atreven», nos reprendía un secretario general, de los que estuvieron con Susana Díaz, para rematarnos después: «Vosotros no conocéis al PSOE». En la noche del domingo, con Pedro Sánchez asomado ya al balcón de la victoria –costumbre nueva en Ferraz–, una de sus colaboradoras iba por los pasillos devolviendo el golpe: «Ellos son los que no conocen al partido, porque hablan de un PSOE que ya no existe». Abandonado prácticamente por todos, Sánchez se quedó a vivir en el 1 de octubre, día de su dimisión, y fue de mitin en mitin alargando el día, tratando de conocer a quienes pagaban su cuota de militante pero no se sentían representados. Habría que preguntarles ahora si votaron a favor de Sánchez o si en realidad lo hicieron contra Díaz, que es como se suele votar en los congresos del PSOE.

LOS BARONES Y LOS MILITANTES

La victoria de Sánchez es el tercer hito de esta legislatura y puede resultar el más determinante. Ninguno de los otros dos acontecimientos –la investidura de Mariano Rajoy y el triunfo de Pablo Iglesias en Vistalegre– hizo que el presidente del Gobierno saliera a negar el adelanto electoral. El PP anda tomando las medidas del nuevo escenario, ahora que daba por descontados los Presupuestos y se disponía a pedir refuerzos en el Congreso ante el recalentamiento del debate catalán. Está en las mismas Podemos, en maniobras con la moción de censura, pero ni en el PSOE pueden pronosticar cómo saldrán de su congreso de mediados de junio. A la calle de Ferraz se acercaron algunos militantes que exigían a voces «una Operación Triunfo» contra los barones críticos y, por mucho que todos clamen por la unidad, el equipo de Sánchez ha empezado por recomendar a los barones que pidan perdón a la militancia. Claman todos por la unidad porque estaría feo salir a gritar venganza, pero Díaz ni siquiera mentó a Sánchez el domingo de autos. Nadie conoce a nadie.

La profundidad de la herida es tal que nadie imagina que la cierren en cuatro semanas. No si quieren cerrarla con sinceridad, que es una rareza en política. Suelen argumentar los socialistas que los años de historia aseguran el futuro, como si no tuvieran pasado los viejos socialdemócratas europeos que viven en la nostalgia. Otros hay que puedan ocupar su espacio mientras envejece el votante socialista, que tiene una media de 50 años. Cualquier salida pasa porque en un partido roto casi por la mitad todas las partes se atrevan a conocerse, lo que implica que todos sepan de qué PSOE hablan cuando hablan del PSOE. O eso o al partido que resulte quizá no lo conozca, por decirlo a la manera de Guerra, ni la madre que lo parió. O el padre, que se llamaba Pablo Iglesias.