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Muntsa Queralt: «Voy a todos los conciertos de Bruce Springsteen»

Bisabuela y fan número uno del 'Boss'. Nació en 1924, pero por su forma de ser pertenece al siglo XXI.

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Gemma Tramullas

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Nació en la plaza de la Llibertat, en el barrio barcelonés de Gràcia, al abrigo de una familia avanzada a su época que la educó en la libertad y en la creatividad. Su marido, Frederic Tejedor, aún lleva en la cartera el retrato de una Muntsa veinteañera, la mujer que le fascinó hace 60 años y que le sigue fascinando.

-Debe ser complicado elegir el día más feliz de la vida cuando se han cumplido 86 años.

-Son muchos momentos y diferentes emociones, pero yo diría que el aniversario de cuando nos conocimos con mi marido es uno de esos momentos. «¿Has visto elmerderque hemos hecho?», dice él en broma. Porque son dos hijos, seis nietos y cuatro bisnietos.

-¿Cuántos años llevan casados?

-¡El año que viene cumplimos 60! Pero yo a mi hija siempre le dije que no se casara.

-¿Por qué?

-Por mi educación hay cosas que veo de forma diferente que la gente de mi edad. Mi padre era escultor y mi madre era una mujer inteligentísima, eran gente avanzada a su tiempo y me educaron de una forma muy liberal, me abrieron la mente. Por eso voy a todos los conciertos de Bruce Springsteen, igual que al Palau de la Música, y soy una enamorada de Serrat, de Llach, de Raimon...

-¿Le gusta Bruce Springsteen?

-No me he perdido ningún concierto suyo en Barcelona. La última vez me quedé sin entrada y fuimos con una amiga a escucharlo desde fuera, pero nos acabamos colando.

-¡¿Cómo?!

-En la segunda parte le pregunté al de la puerta si nos dejaría entrar y nos dijo que no, pero que si alguien salía con la entrada y nos la daba, entonces sí. Los primeros que salieron nos dijeron que no, pero después salió un matrimonio que nos dio sus entradas y pudimos verle.

-¿Cuándo escuchó a The Boss por primera vez?

-Cuando vino a Barcelona en aquel concierto tan sonado del Camp Nou en 1988. Fui con mis nietos y aluciné. Me gustaron su voz ronca, sus canciones, su fuerza, su música.

-Decía que su padre era escultor...

-Él trabajaba la madera, pero a mí siempre me gustó más la piedra. La piedra tiene mucho carisma, la vas venciendo para darle forma y de una idea que tenías termina saliendo otra. Tengo los brazos fuertes de tanto trabajarla.

-¿Y dónde están sus esculturas?

-Algunas en casa, otras las he regalado a la familia y a las amistades.

-¿No se dedicó profesionalmente?

-Me dediqué mucho a la familia.

-¿Lamenta no haberse dedicado más a la escultura?

-Claro que sí. Ninguna mujer debería llegar a la vejez con el peso de no haber hecho lo que le gustaba en la vida, lo que le hubiera hecho más feliz. Yo aconsejo a los jóvenes que luchen por lo que desean, porque llega un momento en que la lucha ya no tiene sentido ni la puedes hacer, se te ha escapado. Es como si hubieras podido coger algo pero lo has dejado ir, poco a poco, sin darte cuenta.

-Los hijos exigen dedicación.

-Cuidado, que yo tengo un hijo y una hija que son una maravilla, igual que mi yerno y mi nuera. Estás haciendo una labor muy importante con los hijos, pero a la vez pierdes algo de ti misma.

-La entiendo perfectamente.

-Nunca dejé del todo la escultura, pero no fui a estudiar a la escuela Llotja hasta los cincuenta y pico años, cuando ya tenía nietos.

-¿La clave para vivir bien la vejez?

-Aceptar que es lo que hay y que no puede haber otra cosa: aceptar que tendrás dolores, que si antes caminabas bien ahora no podrás, que si antes pensabas rápidamente ahora te costará, aceptar que esto es así y que irá a más. No quiere decir que no haya momentos en que no te afecte. Yo a veces me miro en el espejo y digo: «¿Esta soy yo?». Pues sí, soy yo.

-Así que la clave es la aceptación.

-Tienes que aceptar lo que no has podido hacer, lo que no has podido vivir, lo que deseabas y se te ha escapado; tienes que aceptar que es así, si no podrías enloquecer. Por eso hay tantos traumas y tanta gente deprimida. En cambio yo no me he tomado nunca una pastilla para dormir, porque duermo como un tronco.

-¿Le hubiera gustado nacer en el siglo XXI?

-¡Y tanto! Para mí es una buena época, pero todo tiene dos caras en este mundo, todo tiene un precio, y de una manera o de otra lo pagas. La libertad tiene un precio, pero vale la pena comprarla.