El proceso soberanista

¿Municipales plebiscitarias?

La UE no ha aceptado ninguna secesión unilateral, aunque ha reconocido algunas que no deseaba

ALBERT BRANCHADELL

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El 7 de abril, el conseller de la Presidència, Francesc Homs, sostuvo que la Unión Europea acabaría aceptando una declaración unilateral de independencia de Catalunya, replicando así al presidente del Gobierno español, quien había dicho justo lo contrario. ¿Quién tiene razón? La respuesta es «depende». Es verdad que hasta ahora la Unión Europea no ha aceptado ninguna DUI de una parte de un Estado miembro (entre otras razones, porque no ha habido ninguna DUI así). Pero también es verdad que la Unión Europea ha reconocido secesiones que no había previsto ni deseado.

En 1991 la Comunidad Económica Europea estableció una comisión de arbitraje sobre Yugoslavia presidida por el francés Robert Badinter y formada por otros tantos presidentes de tribunales constitucionales de estados miembros, entre los cuales (ojo al dato) se encontraba el español Francisco Tomás y Valiente. Entre otras funciones, la llamada Comisión Badinter se ocupó de comprobar si las repúblicas secesionistas de Yugoslavia que solicitaban su reconocimiento a la CEE satisfacían las condiciones fijadas en el Consejo Europeo celebrado en Bruselas el 16 de diciembre de 1991. (La declaración sobre Yugoslavia aprobada en aquella cumbre es un texto que Rajoy y sus ministros deberían releer: la Comunidad y sus estados miembros «acuerdan reconocer la independencia» de todas las repúblicas yugoslavas que cumplan las condiciones).

SECESIÓN DE MONTENEGRO

Unos cuantos años más tarde, la Unión Europea volvió a implicarse en un proceso de secesión en el espacio posyugoslavo y estableció dos requisitos para considerar válidos los resultados del referéndum de secesión de Montenegro del 21 de mayo del 2006: un mínimo del 50% de participación y un mínimo del 55% de votos a favor de la secesión. De primeras, los líderes secesionistas montenegrinos tacharon la exigencia de «antidemocrática», pero en lugar de insistir en la regla de la mitad más uno terminaron aceptando el desafío y se llevaron el gato al agua con el 55,5% de los votos. El caso montenegrino es especialmente ilustrativo de la volubilidad europea. En el 2001, tras la ajustada victoria electoral de los secesionistas de Milo Djukanovic (42% de los votos), la UE reaccionó más bien a la contra. «La sociedad montenegrina está obviamente dividida en la cuestión del estatus futuro de Montenegro», sostuvo por ejemplo la ministra sueca de Asuntos Exteriores, Anna Lindh. Y, por si no quedaba claro, remachó: «Los resultados electorales en Montenegro no dan un mandato claro para seguir adelante con un referéndum sobre la independencia». Más sutil, el alto representante para la Política Exterior de la UE, Javier Solana, dijo que la Unión se oponía a cualquier «paso unilateral» que pudiera poner en riesgo la estabilidad de la región. Pues bien: solo cinco años después de esas elecciones tan poco concluyentes, los estados miembros de la UE reconocieron unánimemente la independencia de Montenegro, que en el 2010 obtuvo el estatus de país candidato y desde el 2012 está negociando a buen ritmo su ingreso en la Unión.

Más allá del rifirrafe entre Homs y Rajoy, puede resultar interesante tener en cuenta estos precedentes en la vigilia de unas elecciones municipales que los partidos independentistas han planteado como una primera vuelta de las «plebiscitarias» del 27 de septiembre. Una vez aceptado el reto, ¿los resultados de las elecciones municipales van a reforzar el proceso soberanista ante Europa o van a debilitarlo? Depende de dónde se sitúe el listón. La Comisión Badinternunca llegó a fijar porcentajes mínimos de participación o de votos a favor de la secesión. (Acaso no hacía falta: cuando Eslovenia solicitó su reconocimiento a la CEE, por ejemplo, acreditaba un referéndum con el 93% de participación y el 88% de voto afirmativo. Cuando lo hizo Macedonia, exhibió una participación del 76% y un 95% de voto afirmativo. Es interesante observar que en su día la Comisión se abstuvo de validar la secesión de Bosnia-Herzegovina mientras no se celebrase en esa dividida república un referéndum de todos los ciudadanos bajo supervisión internacional.)

Si nos fijamos en las únicas cifras establecidas explícitamente por la Unión para Montenegro, el éxito parece inalcanzable: es posible que el 24 de mayo el voto conjunto de CiU, ERC, CUP y demás formaciones independentistas supere el 40% que obtuvieron en las elecciones del 2011, pero al mismo tiempo no es probable que alcance el 55% montenegrino. Los partidos independentistas quieren utilizar las elecciones municipales para medir la fuerza del independentismo, pero son los ciudadanos quienes decidirán si votan en esa clave sobrevenida. Tanto si lo hacen como si no, la plebiscitarización de las elecciones municipales corre un serio riesgo de convertirse en la crónica de un deshinche anunciado.