Al contrataque

Mundo feliz

Vivimos en la era de la posverdad, donde primero nos intoxican y luego, con suerte, eso se matiza y llega a parte de la masa que ya consumió la calumnia

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MANEL FUENTES

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Hay gente que cree en Dios. Otros creen en Google. Su omnipresencia y omnipotencia requieren menos pruebas de fe que la mayoría de las religiones. Si de pequeños nos contaban que los Reyes Magos lo sabían todo de nosotros, hoy no tenemos duda de que Melchor, Gaspar y Baltasar son en realidad Google. Pero ya sabemos que apalancado en la idea de Dios siempre está el diablo, y ahora el buscador más popular detecta y lucha contra algunas maldades que allí anidan.

Después de la cantidad de basura vertida en la red durante la campaña electoral de EEUU trascendió que el buscador y Facebook quieren desterrar la mentira de las páginas web. Creo que no hace falta decir que no va a ser fácil. La idea es impedir que las publicaciones falsas se beneficien del servicio de publicidad Adsense y Audience Network, y así cortarles esa vía de financiación, pero Mark Zuckerberg ha advertido: «Nos cuesta identificar la verdad». Y no solo es eso. Vivimos en la era de la posverdad, donde primero nos intoxican y luego, si hay suerte, alguien se toma la molestia de desgranar el grano de la paja, y con menos incidencia esa afirmación matizada y ponderada llega a parte de la masa que primero consumió la calumnia. Y además, quien intoxica no lo hace para rascar un dinero de la publicidad asociada al consumo en la red. Se intoxica buscando un botín muy superior. Aquí tenemos crisis de prensa, y marranadas orquestadas para tratar de hundir a unos cuantos, pero lo de las redes y las elecciones de EEUU deja nuestras maldades en un juego de párvulos.

Francotiradores de la verdad

Hoy damos veracidad a cualquiera. Comentamos igual lo que leemos en cualquier parte que en las cabeceras que no hace tanto eran referencia. En la masa siempre es más fácil ocultarse para tratar de enredar, y hoy avanzamos en red. Pero es que si vamos directamente a la noticia tradicional, que siempre es una pieza manufacturada y tratada, nos encontraremos a menudo con la torpeza y los intereses humanos.

O sea, que si ahora es más difícil erradicar las mentiras completas, el terreno de las medias verdades sigue siendo amplísimo y cada vez más abonado para que florezcan impactos que nos llenan la cabeza de juicios inexactos o incorrectos, de relatos de héroes y villanos, sin atenuantes, tratando de simplificar nuestra complejidad para así construir y reformar la realidad al antojo de los francotiradores. Si loable es que Google y Facebook veten el ingreso publicitario de las webs fraudulentas, dejando a la vez ellos de lucrarse de sus audiencias, imposible parece cumplir con el objetivo marcado. Como decía Campoamor, «en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira». Imaginen cómo es la cosa que hasta los dueños del cristal con el que miramos están preocupados…