Las nuevas perspectivas económicas y sociales

El mundo a comienzos del 2015

Las previsones de la OIT y Oxfam y de la cumbre de Davos dibujan un panorama oscuro para este año

JOSEP FONTANA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cada mes de enero, antes de que comiencen las reuniones de «líderes políticos y económicos» en Davos, algunas instituciones internacionales publican sus estimaciones sobre la situación actual del mundo y avanzan sus previsiones para el 2015.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio a conocer el 19 de enero su informe sobre el empleo a escala mundial (World employment and social outlook. Trends 2015), que comienza con una previsión descorazonadora: la de que la situación del empleo «se deteriorará en los cinco años próximos». En el 2014 había en el mundo 201 millones de parados, a los que se calcula que se añadirán tres millones más en el 2015 y otros ocho millones en los cuatro años siguientes. El problema más grave es el de los jóvenes, y sobre todo el de las mujeres jóvenes, con tasas de paro que triplican las de los adultos.

Una ojeada al mapa de la ocupación muestra que su situación ha empeorado en los países emergentes y en vías de desarrollo, y que mejora en las economías avanzadas, aunque de manera desigual. En la Europa del sur, en concreto, el paro retrocede lentamente, y lo hace a partir de tasas muy elevadas. El malestar social, que había ido disminuyendo antes de la crisis del 2008, vuelve a aumentar desde entonces en estrecha asociación al crecimiento del paro y muy en especial al del desempleo juvenil.

El informe que suele recibir mayor atención es habitualmente el de Oxfam, que es el que aporta una dimensión más crítica. El de este año está dedicado de pleno a la desigualdad económica (Wealth: Having it all and wanting more). En él encontramos el tipo de valoraciones que suelen tener más incidencia y que son más repetidos por los medios, como la de que «80 personas tienen en la actualidad la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial». Pero este año la preocupación de Oxfam va más allá de los problemas actuales que engendra la desigualdad para llamar la atención hacia lo que implica el hecho de que siga un crecimiento imparable, lo que lleva a una previsión estremecedora: «Si esta tendencia al aumento de la riqueza de los más ricos continúa, el 1% de los más ricos tendrá más riqueza que el 99% restante en solo dos años».

¿Cómo puede remediarse un desastre semejante? Oxfam señala unos cuantos remedios posibles, entre los cuales: mejorar los salarios, conseguir que la carga de los impuestos pase de gravar el trabajo y el consumo a hacerlo sobre la riqueza, el capital y los beneficios de ambos, acabar con la evasión fiscal internacional o conseguir servicios públicos universales y gratuitos para el 2020. Lo cual no deja de ser una colección de recomendaciones muy estimables, aunque no parece que haya gobierno alguno capaz de ponerlas en práctica.

Si las de la OIT son estimaciones de un organismo técnico y las de Oxfam, las de una entidad benéfica, preocupada por la naturaleza de los problemas sociales, las que proceden del otro bando, el de los beneficiarios de esta sociedad desigual en que vivimos, no se dedican a buscar soluciones a los problemas, sino a evitar los riesgos que estos pudieran causar a la continuidad del orden social vigente.

El World Economic Forum de Ginebra, que es precisamente el organizador de los encuentros de Davos, valora cada año los «riesgos globales» que pueden afectar la estabilidad social. En su última edición (Global Risks 2015) puede verse que por primera vez en diez años los factores económicos dejan de ser prioritarios, lo cual es un reflejo evidente de la tranquilidad que da haber llegado a tal grado de desigualdad sin verse enfrentados a graves crisis sociales.

La primera preocupación de los expertos que estiman tales «riesgos» han pasado ahora a ser los de naturaleza «geopolítica», comenzando por «los conflictos entre estados» que se derivan del renacimiento actual de la guerra fría, a los que siguen los que proceden del cambio climático, que se formulan como el riesgo de «acontecimientos meteorológicos extremos». Claro está que no deja de subsistir en el trasfondo la preocupación por la fragilidad del orden social existente, que se atribuye a la continuidad de los efectos de la crisis, como son «un paro persistente, una desigualdad en constante crecimiento, las corrientes migratorias incontroladas y la polarización ideológica».

Tenemos, así, tres visiones distintas sobre la situación actual y tres perspectivas en contraste acerca de lo que nos espera en el 2015. Merece la pena que las utilicemos como un estímulo para evaluar la situación por nuestra cuenta antes de vernos expuestos a los repetidos intentos de lavado de cerebro que van a acompañar a cada una de las diversas citas electorales a que nos veremos sometidos este año.