Pequeño observatorio

Mujer, señora, «la mía»

JOSEP MARIA ESPINÀS

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¿Se ha celebrado ya el Día Internacional de la Mujer? ¿Acaso es inminente? Francamente, no lo sé. Me he hecho la pregunta cuando he visto un anuncio de media página en el que, con letras grandes, hay este título: Centenario del Día Internacional de la Mujer.

El anuncio lo firma la FNMT-RCM, que es un acortamiento difícil de interpretar, pero muy razonable para no tener que decirlo y repetirlo, de Fábrica Nacional de Moneda y Timbre-Real Casa de la Moneda. En este anuncio se comunica que en el 2011 se celebra el Centenario del Día Internacional de la Mujer. No concreta el día. Lo que sí se concreta -por eso es un anuncio- es que podemos pedir a nuestra habitual entidad financiera una moneda conmemorativa en plata de ley a cambio de pagar 20 euros. En el anverso de la moneda figuran las imágenes de los reyes de España, y en el dorso, el rostro de Clara Campoamor, que fue impulsora del sufragio universal hace 80 años. O sea, que cuando yo nací, las mujeres todavía no podían votar.

El Reino Unido fue el precursor del cambio. Pero el derecho a votar se limitó a los hombres de más de 21 años y a las mujeres de más de 30. La diferencia es considerable. Todavía no hace 100 años, pues, que se oficializaba el retraso en la madurez de la mujer para poder opinar sobre cuestiones legales y políticas.

El papel de la mujer a lo largo de la historia ha sido muy variable. Vale la pena recordar que la palabra mujer procede de dómina, equivalente a ama, señora. Era un trato de respeto. Queda muy claro si pensamos en el equivalente castellano dueña.

Tanta dignidad iba unida a la palabra mujer, que se aplicaba a la virgen María. Nuestra Mujer era lo mismo que Nuestra Señora, y esto ya está en libros de Ramon Llull. La Madona (mi mujer señora) es la virgen.

En tiempos actuales se lucha contra el posesivo mi mujer, como se puede comprobar cuando alguien presenta a su esposa diciendo: «Esta es Carmen» (O María, o Roser). Por eso me hizo gracia, cuando estuve en Balones, una población valenciana, oír a una mujer que decía «el mío». Y basta. No «mi hombre», sino «el mío».

No sé qué pasaría si ahora los hombres se acostumbraran a decir «esta es la mía», y nada más. Hemos avanzado en la equiparación de los sexos, legalmente hablando. En la práctica, siempre ha habido hombres inteligentes y mujeres inteligentes, mujeres agresivas y hombres agresivos. Iguales en la desigualdad.