DOS MIRADAS

Muertos

EMMA RIVEROLA

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El respeto a los muertos está en las bases de toda civilización. Desde tiempos remotos, el cuidado de su cuerpo ha sido una fuente de preocupación. Los ritos funerarios tienen un significado simbólico. Por un lado, son el reflejo de una reflexión trascendental sobre el hecho de la muerte y, por otro, muestran la devoción por la memoria de los que fallecieron. Los cementerios, las lápidas, cualquier espacio donde reposan restos humanos se transforma en un lugar sagrado. Como si necesitáramos respetar a los muertos para indicar que respetamos a la vida.

Abandonados en medio del campo, atrapados bajo el fuselaje o desperdigados en una extensión de unos 20 kilómetros, entre maletas destripadas, juguetes sin amo, ropas sin cuerpos y miles de fragmentos de cosas que en algún momento alguien creyó importante, aún se encuentran restos humanos del vuelo MH17 de Malaysia Airlines, derribado hace seis días mientras sobrevolaba Ucrania oriental. El acceso a la zona está poco vigilado, el enjambre de investigadores y militares que poblaron el terreno durante los primeros días ha desaparecido. El lugar permanece inquietantemente detenido en el tiempo. Esos restos de cuerpos que aún permanecen en la intemperie nos interpelan y parecen desafiar a la propia civilización. Como si creyeran que ese pedazo de tierra hostil, incapaz de acogerlos con respeto, puede convertirse en el epicentro de la deshumanización.