la relación Catalunya-España

Mucho cuento

En el Gobierno central y en catalán no hay ningún reparo moral, ninguna vergüenza en traicionar la verdad en aras de la propaganda

Puigdemont y Rajoy, en la Moncloa, en abril del 2016.

Puigdemont y Rajoy, en la Moncloa, en abril del 2016. / periodico

EMMA RIVEROLA

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"Las conversaciones y encuentros se producen y, a veces, son públicos, pero no siempre", soltó <strong>Enric Millo</strong>. Inmediatamente, la declaración desencadenó un rosario de mentiras prestas a negar cualquier posibilidad de que <strong>Rajoy</strong> y <strong>Puigdemont</strong> se hubieran reunido. Mintió Neus Munté. Mintió el propio president. Mintió Xavier García Albiol. Mintió Francesc Homs. Mintió Joan Tardà. Y volvió a mentir la portavoz del Govern en unas declaraciones para enmarcar: "Lo único que recibimos, el único mensaje… son <strong>amenazas de inhabilitación </strong>y notificaciones judiciales... Los hechos constatan que no se puede hablar de nada… Hay un gobierno que quiere dialogar, negociar y otro gobierno que no quiere negociar absolutamente nada". Pero no, lo único que constatan los hechos es que esto va de cuentos. Y que no hay ningún reparo moral, ninguna vergüenza en traicionar la verdad en aras de la propaganda.

El cuento del Gobierno catalán: Nosotros somos los buenos. Ellos, los malos. Nosotros somos los del diálogo. Ellos, los de las amenazas. Nosotros somos los de la libertad. Ellos, los que nos quieren esclavos. Nosotros somos los demócratas. 

El cuento del Gobierno central: Nosotros somos la ley, la cordura, la seguridad, la estabilidad. Ellos son los locos, los egoístas, con ellos no se puede hablar porque no son de fiar. 

LA ÚNICA TRAICIÓN 

Entre líneas, unos son los que aún no se han librado del franquismo. Los otros, unos peligrosos separatistas nazis. Dos ficciones que, para mantenerlas, necesitan mirarse como eternas antagónicas, sin ningún punto en común. Por ello, el diálogo debe tratarse como un sacrilegio, una rendición, un pecado patrio, una traición a las esencias. Cuando en política, la única traición es esa, negarse a hacer política.

Mientras las dos ficciones luchan por imponerse son incapaces de abordar una realidad: que la mitad de la población de Catalunya quiere irse de España y que la otra mitad, cada uno con sus filias y sus fobias, difícilmente se siente cómoda con la situación. Eso sí, de los dos cuentos han arrancado las páginas de la corrupción.